Día 14: me mudo

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El virus sigue su expansión. En las últimas horas, se han detectado 150 contagios y 20 fallecidos, todos mayores de 70 años. Aún así, recordamos que está prohibido salir dado el Estado de Alarma decretado por el presidente del gobierno hace ya ahora 22 días. Y si lo hacen, recuerden que solo está permitido en unos cuántos supuestos, cómo el de ir a hacer la compra, para el cuidado de menores o dependientes o si es usted un trabajador esencial, y siempre con mascarilla, para prevenir. En otro orden de cosas, el líder de la oposición...

Apagó la televisión y se tiró en el sofá, aburrido a más no poder. Estaba en calzoncillos, descalzo y sin parte de arriba. Total, ¿qué más daba? Hacía un calor de los mil demonios y estaba encerrado en casa, sin poder poner un pie fuera. Había hecho más ejercicio en esos 22 días que llevaban de cuarentena que en toda su vida junta. También había visto un montón de series y películas, ¡hasta había empezado a leer un libro! Desde luego, pasar las 24h. del día encerrado en casa era un total, completo y absoluto coñazo.

¡Ni siquiera podía llamar a Sasuke o a Sakura por teléfono porque le colgaban en cuánto se daban cuenta de que era él! Bueno, tal vez es que los primeros días se había pasado hablando con ellos y cortándoles el rollo, pero... ¡eran sus mejores amigos! ¡Y los amigos estaban para las duras y para las maduras!

Suspiró, cerrando los ojos y dejándose arrullar por el silencio y los pensamientos de su cabeza. Tal vez, podría echar una siesta, una pequeña...

Unos golpes en la puerta interrumpieron su intento de dormir. Ignoró el llamado. Pero quienquiera que fuese insistió, golpeando ahora más audiblemente. Gruñendo, se levantó y fue a abrir, dispuesto a portarse como un borde con el desconocido.

Se quedó congelado en la entrada de su pequeño apartamento al ver quién era su misterioso visitante: cabello largo negro azulado, ojos perlas enormes y brillantes, largas y seductoras pestañas negras, piel blanca y cremosa, figura pequeña y curvilínea.

Era su vecina de al lado.

Su preciosa, sexy y amable vecina.

A la que llevaba deseando desde que se había mudado hacía ya dos años.

―Ho-hola Naruto-kun. Si-siento molestar...

―¡N-no molestas! Qui-quiero decir... no molestas para nada'ttebayo. ―Se quedaron ambos callados y sonrojados, mirando cada uno para sus respectivos pies―. Hum... ¿querías algo o...

―¡S-sí! Es-esto... ¿P-por casualidad n-no tendrás... harina?―Naruto alzó la cabeza y miró para la coronilla azabache de la joven.

―¿Harina?―Hinata se sonrojó aún más y asintió.

―Sí... E-es que... que-quería hacer un... bizcocho de limón, pe-pero... me quedé sin harina y a estas horas no... ―Naruto asintió, comprendiendo.

―La verdad es que no sé si tengo algo... ¡Pasa un momento que miro'ttebayo!―Con la cara hirviendo de vergüenza, Hinata entró en el apartamento y cerró tras ella.

―C-con permiso...

―No tienes que ser tan formal. Vivo solo. ―Le sonrió antes de internarse en la pequeña cocina y empezaba a abrir armarios y cajones, buscando.

―Lo sé―murmuró la chica para sí.

Tardó unos minutos, pero al final encontró un paquete de harina en una de las estanterías más altas.

―¡Sí! ¡La tengo!―Cogió el paquete y se lo llevó a Hinata, quién lo tomó, agradecida.

―Gra-gracias. T-te... ―Hinata tragó saliva. Había pensado en algo para agradecerle y solo se le había ocurrido una cosa―. ¿T-te gustaría venir y... probar?―Naruto pestañeó, confundido.

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