Día 20: lo tenemos

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El sonido de una llamada entrante en el teléfono móvil lo hizo gruñir y revolverse en el estrecho sofá de la sala de descanso de la comisaría. Estiró el brazo para contestar y el movimiento hizo que toda su espalda se resintiera.

―¿Diga?―Era su compañero y mejor amigo, Sasuke Uchiha. Bostezó mientras se sentaba y se rascaba la barbilla, notando la barba crecida. Debería afeitarse, Hinata siempre decía que afeitado estaba más guapo...

Sacudió la cabeza y se esforzó en centrarse en la conversación telefónica con Sasuke.

―Dobe, no estás en casa. ¿Has vuelto a dormir en la oficina?―Gruñó y se pasó la mano por el pelo.

―Sí, estuve repasando las líneas de tiempo. Ese cabrón no va a irse de rositas, Sasuke, no mientras yo siga respirando. ―Oyó el suspiro de su amigo al otro lado de la línea.

―No fue culpa tuya, dobe. Solo fue mala suerte. Ya sabes: momento equivocado y lugar equivocado-

―No, no es cierto: yo debería haber estado ahí, con ella. Si no me hubiese retrasado... si no hubiese pospuesto por enésima vez nuestra cita...

―No, Naruto, no. No puedes pensar así.

―¡Y una mierda que no! ¡Ese cabrón sabía a por quién iba! ¡Sabía que Hinata es mi prometida! ¡Sabía que seguramente yo me retrasaría... ―Hundió el rostro en su mano, temblando de ira, de tristeza y de frustración.

―¿Has ido a verla?―Naruto se encogió.

―No desde... desde que la operaron para sacarle... ―Se mareó con solo recordar aquel momento: su novia, su preciosa novia tirada en el suelo, sangrando profusamente, yéndosele la vida mientras yacía inerte en sus brazos, desmayada por el dolor y el desconcierto.

La ambulancia había tardado demasiado, a su parecer, y el viaje al hospital una eternidad, apretando su pequeña mano entre las suyas, aguantando las lágrimas estoicamente para ser la roca que ella necesitaba, para decirle que él estaba ahí y no permitiría que la muerte se la llevara.

No tan pronto. No antes de que a él mismo le llegara la hora.

―Eres un idiota. ―Naruto no se lo rebatió: era el mayor idiota entre los idiotas.

―No creo que su familia me quiera allí, Sasuke. Soy el capullo que la apartó de ellos y que la puso en peligro más veces de las que puedo contar...

―Eso no es tu culpa. Son... gajes del oficio. Tratar con delincuentes chalados tiene sus riesgos.

―¡Para mí sí, pero no debería ser así para ella!

―Sabes que no funciona así...

―¡Lo sé, maldita sea, joder si lo sé!

―Ella lo aceptó, te aceptó. Y te ha aguantado todos estos años, y mira que no es fácil cargar contigo, si lo sabré yo. Se merece que vayas a verla y estés allí con ella. ―Naruto sintió que las lágrimas le anegaban los ojos.

―No puedo, Sasuke... no puedo... no puedo verla tumbada en una cama de hospital, dependiendo de una máquina para respirar... ¿Qué harías tú en mi lugar? ¿Si fuese Sakura...

―Ya. Te entendí. Estás jodido.

―Lo sé.

―Date una ducha al menos, ¿vale? Y come algo. No vaya a ser que acabes tú también en urgencias. Era lo que nos faltaba... ―Naruto sintió que las comisuras de sus labios le tiraban en una leve sonrisa.

―Lo haré, teme. Gracias por llamar. ―Un gruñido de asentimiento fue la despedida de Sasuke. Colgó el móvil y suspiró temblorosamente.

Rebuscó en su chaqueta de traje barata hasta dar con la cartera y sacarla del bolsillo. La abrió y sacó una pequeña fotografía en la que aparecía el rostro femenino más hermoso que él conocía.

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