cuarenta y uno

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Manuel toco la puerta de la casa de Mateo, esperaba que siguiera viviendo ahí, dos días tardo Oliva en decirle lo sucedido, en dos días se volvieron tres años para atrás, volvieron a tener diez y siete; a necesitar uno del otro.

— ¿quien es? — pregunto desde adentro

— Manu..— dijo en un hilo de voz provocando que la puerta se abriera al instante, sin decir nada simplemente lo abrazo — ¿amigos? — pregunto a nada de llorar, Mateo no dijo nada pero asintió.

— ¿ya te enteraste? — pregunto

— ¿lo sabias? —

— lo obligamos a que te dijera — ahora Vainstein empezó a llorar fuertemente, entraron hacia la casa y terminaron sentando en el sillón, Mateo acariciaba su espalda mientras le decía que todo iba a estar bien

— si esta no me quiso decir, anda a saber cuantas me oculto — dijo parando un poco de llorar 

— nunca debiste volver con él, digo... —

— me agarro vulnerable.. y bueno — se excuso provocando una risa en Mateo

— ¿tenes hambre? — asintió — ¿hacemos muffins? —

— mejor unos sanguchitos, no tengo ganas de esperar tanto — los dos fueron hacia la cocina y agarraron;tomate, lechuga, unas milanesas que sobraron y pan. Mateo lo miraba mientras comía, lo miraba como el primer día que fueron novios.

— ¿esta muy mal si te pregunto sobre el correo? — negó

— me había quedado pensando mucho en lo ultimo, en que lo íbamos a poder ocultar mejor y en que tenias razón, yo quería darme mi tiempo para pensarlo, y fue todo tan lindo que no podía creer que seguías teniendo esos sentimientos hacia mi pero vos hiciste bien, no me esperaste y me parece perfecto, ahora lo entendí — expreso para después tomar agua

— entonces quedo todo bien — sonrieron los dos — amigos... puedo vivir con eso —

— yo también —



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