El niño se abrazó con fuerza a su amado animal de felpa.
Ya no quería estar en ese lugar, los niños le decían que era feo y casi le habían desgarrado una patita a Jiji.
Pero los adultos eran lo peor, a veces no le daban comida y cuando lo hacían sabía a tierra, las mantas en la cama no eran suficientes así que su nariz goteaba mucho, y lo golpeaban, él trataba de no meterse en problemas, ni siquiera había dicho una sola palabra desde que había sido llevado por la horrible policía hasta ahí, sin embargo, de alguna forma siempre terminaba ganándose unas palmadas que dolían durante toda la noche.
Se sentía triste, inmensamente triste.
Perdía la esperanza lentamente, estaba desvaneciéndose como el olor del perfume del rey gigante en Jiji.
Cada noche se preguntaba si alguna vez los reyes volverían por él, si lo extrañaban. Y lloraba mucho, quería estar con ellos, quería que el señor gato lo abrazara y le cantara canciones, quería que el señor gigante lo tocara con la punta de los dedos como si fuese muy delicado y le sonriera bonito, quería volver a sentir calor en su interior. Quería volver a sentirse feliz.
Ese día se había negado a salir de su cama, no quería desayunar porque los niños le halaban el cabello y se lo ensuciaban con leche. Se escondió bajo las sábanas con Jiji en su pecho, rogándole a los reyes que lo rescataran.
Cuando sintió unos pasos acercándose tembló por completo, casi se orinó encima, pero sabía que eso lo haría peor. Las sábanas fueron levantadas con brusquedad y los gritos comenzaron.
Nunca entendía muy bien qué palabras eran los gritos, así que no sabía qué había hecho mal. Estaba asustado, tan aterrado que lo único que podía hacer era llorar, demasiado consciente de que no sabía defenderse y nadie lo ayudaría.
El cuidador, robusto y malhumorado, le golpeó la boca para hacerlo callar para después tomarlo del cabello, su intención era sacarlo de la cama, pero fue interrumpido por tres personas ingresando a la habitación.
—¡Suéltalo, bastardo!
Donghyuck tardó un poco en darse cuenta de la situación, había un silbido en su oído producto del golpe que le impedía escuchar muy bien las voces y tenía demasiado miedo para abrir los ojos, incluso si el cuidador lo había dejado ir,
—¡Haechan!
Se forzó a ser valiente, abrió los ojos ante el apodo y entonces los vio. Ten, con su voz suave y melodiosa lo había llamado, pero fue Johnny, con sus piernas largas, quien había llegado hasta él primero, lo tomó entre sus grandes brazos y lo apretujó con fuerza como nunca lo hizo.
—Bebé, mi bebé —lloró el rey gigante, que se veía un poco menos gigante, sobre su cabeza, besándolo y abrazándolo—. Te prometí que volveríamos. Lo siento. Te amo.
—Lo siento, mi vida, lo siento mucho —el rey gato pronto se unió al abrazo y a los besos, llorando también—. Nunca más te dejaremos solo. Te amo mucho, mi príncipe.
El niño lloró, pero no de tristeza, sino porque ese calorcito que llenaba su corazón y se esparcía por todo su cuerpo había regresado, porque estaba entre los brazos de los reyes, porque se sentía amado otra vez.
El rey gato lo cubrió con su abrigo para luego ser cargado por el rey gigante, la escena la sintió familiar pues fue lo que hicieron cuando lo encontraron la primera vez, pero con las acciones invertidas.
Vio que el hada madrina estaba ahí también, lo saludó con un besito en la frente y se quedó ahí, dijo que tenía otros deseos que ayudar a cumplir, él de verdad esperaba que alguien hubiese pedido que nadie más lo pasara tan mal como él en ese lugar.
Una vez en el auto se sentó en el regazo del rey gato quien inmediatamente le acarició el cabello, le habló suavecito al oído durante todo el viaje, asegurándole que todo estaría bien, que eran una familia y no dejaría que nadie los separara ni los lastimara. El rey gigante le tocaba la carita con la punta de los dedos cada vez que el auto se detenía.
No se dio cuenta en qué momento se quedó dormido, pero cuando despertó estaba en la cama de los reyes con ellos durmiendo a cada lado, los tres muy juntitos. Les picó la cara con los dedos hasta despertarlos, se le había ocurrido algo muy bonito y quería que lo escucharan.
Primero apuntó con su dedito la nariz de Ten y lo miró fijamente.
—Papá gato.
Repitió la acción con Johnny inmediatamente.
—Papá gigante.
Las lágrimas fueron las primeras reacciones de la pareja, luego lo abrazaron y besaron.
—Y nuestro bebé Haechan.
Escucharon la risa de su pequeño por primera vez desde que lo habían recuperado y supieron que todo estaría bien desde ese momento. Estaban juntos, estarían juntos hasta que sus corazones dejaran de latir con calidez, no iban a permitir que los separaran otra vez.
![](https://img.wattpad.com/cover/223415599-288-k423762.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Sunshine | NCT/WAYV
FanfictionUna fría noche de noviembre, un niño abandonado y dos hombres con mucho amor para compartir. ↪Haechan de 5 años. ↪JonhTen.