𝐏𝐄𝐑𝐒𝐀. [Jacob B. & Jasper H.]

─── 001. ECLIPSE.

Capítulo uno:
HOLA, MADRE.

Algo en lo que Persephone se destacaba era que los demás le importaban poco.
Como todo el mundo, tiene un lado bueno que no conoce mucha gente a decir verdad. Pero siempre ha sido una chica de estar sola, de no verse atada a nadie.

Aun así, allí la veían. En su apartamento tomando a velocidad inhumana prendas de sus cajones mientras las metía en una pequeña mochila.
En ese momento, la ropa era lo menos que le importaba.

Seguía tomando ropa y guardándola hablaba por teléfono.

—Si, el primer vuelo. A la hora que sea, estoy apurada— le contestó a la muchacha que estaba reservando su vuelo.

—Perfecto. El primer vuelo que tengo disponible es esta noche a las 22:00 PM— Persephone miró el reloj colgado en la pared moviéndose por la habitación recolectando sus cosas.

—Si, ese.

—Muy bien, los tickets los puede retirar por el aeropuerto de Ezeiza o puede-— la pelirroja interrumpió a la chica.

—Los busco por allí, muchas gracias.

Rápidamente cortó y corrió por todo el departamento. Cepillo de dientes, cargador, dinero, celular. Se sentó en su cama y abrió la aplicación de Uber, colocó la dirección de su hogar y con destino al aeropuerto.

De mientras que buscaba un conductor disponible, se dedicó a colocarse sus botas con tacón. Fue rápidamente al baño e hizo sus necesidades.
Con su oído desarrollado pudo escuchar como la aplicación avisaba que el conductor iba en camino.

Tomó sus cosas y salió rápidamente del departamento. Sin mirar atrás.

•••

Ya había amanecido y Edward sentó a su familia en la sala principal con un rostro neutro. El silencio era palpable en la casa Cullen. Los vampiros, en la comodidad de su hogar, podían sentir los latidos tranquilos de Bella en una de las habitaciones de la casa. Plenamente dormida.

Luego que Alice tenga dicha visión, prefirieron que la humana duerma bajo su protección esa noche. 

Eran aproximadamente las 6:23 AM y la tensa penumbra junto al amanecer era patente.
Los Cullen no entendían porque Edward estaba tan incómodo parado en el centro de la habitación. Pero Rosalie si sabía, lo presentía.

Algo grande se aproximaba.

Edward tomó aire y luego de unos segundos hablo vacilando. —He hecho algo— pronunció sin mirarlos, los Cullen centraron su mirada en él.

Los pensamientos de sus hermanos y padres llegaron a su cabeza rápidamente, creían que había matado una persona por accidente o iniciado una guerra con los lobos.

Pero no.
Era algo mucho peor.

Escucharon como la puerta principal se abría y cerraba al mismo instante. Se miraron entre ellos y se pararon de sus asientos, manteniendo la vista puesta en la entrada al living, esperando una presencia que no tardó en llegar.

El aroma a coco llegó a las fosas nasales de los vampiros, y tanto así como su olor a sangre y sus rápidas palpitaciones.
Jasper se removió incómodo a un lado de Alice, tensando sus músculos al sentir la fragancia.

Edward dirigió su mirada a Rosalie, quien estaba esperando con nerviosismo la presencia.

Persephone observó la gran casa en el bosque, la examinó con la mirada tomándose su tiempo tomando valor. No iba a ser fácil mirar a los ojos a su familia.

Apretó su mandíbula y con ello la tira de su mochila. Avanzó con sus pasos seguros aguantando la respiración hasta traspasar las puertas de la casa.

Instantáneamente el aroma a vampiro desconocido llego a sus fosas nasales, pero entre ellos pudo sentir el olor característico de Edward, Rosalie y Emmett.

Antes de seguir adentrándose a la casa, se forzó a bloquear sus pensamientos, ya que no quería que el vampiro ande indagando por su mente.

Eso era algo que detestaba de su tío, el poder que poseía era envidiable. Con el simple mirar podía escuchar los pensamientos de la persona.

Mientras que su tío poseía este poder, el de la muchacha era mucho más inaudito. Y eso lo convertía en una de las tantas razones por las cuales los Vulturis la querían.
Persephone era única de su condición y sumando su poder era algo que ellos querían. Y mucho.

Según el líder de los Vulturi, su poder era muy especial como para ser asesinada, por lo tanto, trató de persuadirla durante muchos años para que se una a su guardia. Pero, vamos, la mantuvo cautiva contra su voluntad durante 50 años. Era obvio que iba a declinar ante su propuesta.

A lo largo de los años, Persephone se tuvo que limitar a usarlos en ocaciones especiales y tratar en lo posible de pasar desapercibida, pero no rea fácil. Cuando su carrera por el mundo había comenzado, sus poderes se activaban solos en todo momento. Casi involuntario.

Persephone había comprendido que era la manera de que su condición reaccionaba ante el peligro de ser capturada.

Bloquear los dones que los vampiros poseían y hacer lo que se le plazca con ellos era algo que muchos deseaban y pocos tenían.
Por lo que había entendido, solo se habían presentado unos 13 vampiros con su mismo poder a lo largo de la historia. Y sumando a su situación la hacía única y especial.
Lo detestaba.

Frunció su ceño. Secó sus palmas un tanto sudadas de los nervios y subió rápidamente la escalera con velocidad humana con tal de atrasar su encuentro.

Conocía el hogar, había vivido allí durante los primeros años de neófita, para luego seguir por su camino corriendo de una punta del mundo a la otra sin mirar atrás.

Siguió sus instintos y caminó a paso seguro hasta la sala principal.

Alice y Jasper miraron con curiosidad la muchacha con rostro adolescente que se había parado en la habitación cruzada de brazos y con aires de grandeza.

—Bueno, díganme— dijo la chica tirando su mochila al piso, tragándose todos los sentimientos que poseía en ese momento. —¿A quién debo patearle el trasero?— sonrió de lado.

Jasper miró a Rosalie y Emmett, pudo percibir las emociones de estos dos casi al instante de la entrada de la muchacha.

Rosalie estaba quieta en su lugar, examinándola con detenimiento. Dió un paso hacia delante abandonando su lugar a un lado del morocho, quien estaba exactamente igual a ella.

—Persephone— dijo con un hilo de voz la rubia.

La muchacha la miró a los ojos y dió otro paso dentro de la habitación, sin abandonar sus aires de soberbia y egocentrismo.

—Hola, madre— contestó burlona.