15: Sweet Palace

35 4 0
                                    

Nuestra distribución en la gran camioneta es la siguiente: Mark va de piloto, Indiana de co-piloto, detrás de Mark va Alex y detrás de la castaña voy yo.

Mientras Mark sigue el tráfico de la carretera, todos vamos conversando acerca de lo que hay que hacer una vez lleguemos a Copperville. Al principio sugerí que deberiamos ir a el supermercado para abastecernos de lo que podamos necesitar en esta semana. Todos estuvieron de acuerdo a lo que luego siguieron con sus ideas.

— Yo digo que compremos ingredientes para preparar un par de sándwiches, hotdogs o una pizza —dijo Indiana.

— ¿Recuerdas que yo no sé cocinar cosas muy sofisticadas? Bueno, por lo menos puedo prepararme algo simple, como un cereal o un sandwich —enarcó una ceja Mark viendola por un segundo antes de volver su vista a la autopista.

— ¿Yyyyyyy? Puedes aprender, muchacho. Yo no voy a ser la sirvienta en esta relación —lo miró un poco enojada su pareja.

— Vale, aprenderé por ti, cielo —le guiña un ojo mi hermano a mi amiga a lo cual ella olvidando su enojo, le sonríe.

Dejo de observarlos y posiciono mi cabeza sobre la ventanilla, cerrando los ojos, tratando de conciliar el sueño que la noche de sueños intrusos me arrebató.

Al estar a punto de quedarme dormida unos toques en mi brazo me sobresaltan y regreso mi mirada al propietario de la mano.

— ¿Qué ocurre, Alex? —bostezo llevando una mano a mi boca.

— ¿Dormiste anoche? Te ves muy fatigada —acerca su rostro, tratando de ver a mayor enfoque mi cara.

— Estoy bien, tranquilo. Solo fué una noche intranquila. Necesito dormir un poco, después de eso estaré como nueva —trato de convencerlo.

— Vale. Duerme por un par de horas, aún tenemos un largo tramo que recorrer antes de parar por combustible —dirige su mirada a la carretera.

Asiento y vuelvo a recostar mi cabeza en la posición en la que antes estaba.

A los minutos caego dormida y puedo sentir lo relajante que es esto. Mi mente está tan concentrada en los sonidos tranquilizantes de la carretera y de los lugares por los que cruzamos, que olvida los malos pensamientos que hay en mi.

La luz comienza a estorbar en mis ojos cerrados, coloco una mano sobre estos e inclino mi cuerpo hacia delante, haciéndome un ovillo en el único pequeño espacio que tengo en mi asiento.

— Enana, ¿Estás despierta? —reconozco esa voz como la de mi hermano.

Asiento, no queriendo articular una palabra de tan cansada que me siento.

— Bien. Estamos en una gasolinera ahora mismo, te lo digo ya que no quieres abrir los ojos, dormilona —suspiro— Hicimos una parada rápida por combustible y comida. Puedes entrar al baño si lo deseas o puedes ir con los demás a comprar chucherias.

— Enserio ustedes quieren hacerme subir de peso a lo loco, ¿Cierto? —resoplo.

— Son órdenes del nutriologo. No precisamente tienes que comer toneladas de comida chatarra, pero si tienes que volver a tu peso ideal. Por mucho que odie mencionar esto, pero, ¿Acaso te has visto? Cuando estabas en el hospital solo veíamos hueso en ti, tenias muy poca grasa en tu anatomía. Sufriste mucho, hermanita. Solo quiero que estés bien ahora que estás con nosotros —se sienta junto a mi y me abraza fuertemente— Como tu hermano tengo que ayudarte, apoyarte y eso es lo que estoy haciendo.

— Perdón por ser tan incompresiva —recargo mi cabeza en su hombro— No olvido lo que ocurrió, sin embargo aún me cuesta aceptar la ayuda que todos ustedes me estan obsequeando.

MemoriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora