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Poncho llevó sus manos a la espalda de su novia para acariciarla, mientras esta lo besaba con profundidad. Any llevaba una blusa suelta que no le costó levantársela para tocar su tibia y tersa piel hasta llegar al brasier.

—Any... — Murmuró entre besos, pero la castaña estaba fuera de control. Se separó un poco y, con los ojos cerrados, habló.

—Por favor... no digas nada — Y volvió a besarlo, pero Alfonso volvió a separarse.

—Any ya — La separó completamente pero luego la miró con culpa —Perdón, pero no aquí. No somos adolescentes Any... eres mi mujer, te mereces algo mejor que el asiento de un auto. No puedo tomarte aquí — Explicó. Anahí se acomodó el cabello, tomó aire y volvió a su asiento.

—A veces eres tan tradicional Alfonso — Se quejó sin poder mirarlo a los ojos. —¿Por qué ya no es como antes? — Preguntó volviendo ahora su vista a la mirada confundida de su novio.

—Jamás te lo he hecho en un auto, creo que no mereces eso — Explicó.

—Ya lo sé pero... a veces no es malo fantasear un poco y probar cosas nuevas — Alfonso alzó una ceja.

—¿Quieres probar? — Preguntó pícaro haciendo reir a Any que anteriormente estaba seria.

—Si — Susurró con la voz ronca.

—Bien, y créeme que lo hago solo por ti y porque... ya no voy a poder aguantar unas horas más — Anahí frunció el ceño cuando Alfonso se bajó de allí y luego rodeó el auto para abrirle la puerta.

—¿Tan rápido cambiaste de parecer? — Preguntó ella sorprendida. Iba a incorporarse pero Poncho le hizo una seña en modo de negación.

—Así es, y quiero que te quedes ahí. Sólo gírate hacia mí — Hizo lo que le pedía y en sus ojos vio curiosidad y mucho, mucho deseo.

—¿Qué...? — Cuestionó cuando vio que Alfonso se puso de cuclillas y le tomó las piernas con suavidad. —Poncho, no irás a...

—Si es lo que haré. ¿Querías esto? — A Anahí se le paró el corazón, una cosa era tener sexo dentro del auto con los vidrios polarizados, pero otra distinta era que alguien pudiera verlos. Aunque ella estaba frente a una pared, donde el auto estaba estacionado en una esquina y era casi imposible que los vieran dado a la cantidad de autos allí, tuvo un poco de pena.

—Nos pueden... — Pero Poncho fue más rápido e, incorporándola un poco, le bajó el pantalón junto con las braguitas hasta los tobillos. Luego se inclinó hacia ella y la besó en los labios. Any se dejó llevar y se rindió a su beso con un suspiro de placer que no hizo más que aumentar la presión que Poncho sentía en la entrepierna.
Any se agarró de sus hombros y transmitió toda su ansiedad. Alfonso, mientras le mordisqueaba los labios, fue subiendo sus manos por los muslos... entonces ansiosa, Anahí se deslizó en el asiento hacia él y abrió bien los muslos.

—¿Deseas esto? — preguntó deseoso. Empezó a tocarla muy despacio. Estaba tan mojada, tan increíblemente dispuesta... Continuó buscando el punto de placer mientras no dejaba de besarla en la boca, en el cuello, en las mejillas. Sus gemidos le indicaron que había dado con lo que estaba buscando. Unos minutos después, y con su nombre en los labios, empezó a estremecerse, todos los músculos se pusieron en tensión antes de dejarse llevar hasta alcanzar el clímax. Alfonso hubiese deseado poseerla allí mismo, en el asiento del coche, le habría colocado las piernas sobre sus hombros y se hubiese sumergido dentro de ella una y otra vez... pero no podía allí. Por el momento, tenía algo más que hacer.
Cuando Anahí dejó de temblar por el efecto del orgasmo, Poncho fue bajando lentamente hasta arrodillarse en el suelo, entre sus piernas.

—Poncho... — Pero antes de que la castaña pudiera decir algo más, le agarró las nalgas con ambas manos y colocó sus hombros bajo sus rodillas. Any se agarró al respaldo del asiento. —Creo que... — Se quedó sin habla en cuanto la rozó con la lengua.
Anahí había probado cientos de hombres en toda su vida, pero nadie sabía usar tan bien la lengua como su ahora novio. Su boca era increíble y maravillosa. Toda su atención en ese momento estaba centrada en el punto en el que su boca la rozaba... no le importaba si alguien los veía, el placer aumentaba con cada caricia de su lengua, con cada movimiento de sus labios.
El primer clímax había estallado dentro de ella con rapidez, pero este fue surgiendo poco a poco, haciéndose más y más poderoso y llevándola a lo más alto. Tenía la respiración acelerada, el cuerpo empapado en sudor y su vagina mojada por la excitación.
El grito de éxtasis salió de lo más profundo de su ser. Poncho la agarró con firmeza mientras su cuerpo se estremecía de placer. Estaba casi segura que le quedaría la marca de sus dedos en sus nalgas. Se fue recuperando poco a poco, luego Alfonso delicadamente la incorporó y le acomodó el pantalón, para luego volverla a sentar con suavidad. Ella lo abrazó y suspiró.

—Vaya... — Respiró pesadamente —Pensé que no te gustaba el sexo en los coches.

—En realidad no, pero no quería dejarte en ese estado — Anahí lo miró confundida —Ahora necesito que vayamos a otro lado a culminar esto, porque juro que no lo soportaré — Ella sonrió satisfecha. —El trabajo puede esperar — La besó en la boca, dándole a probar a la castaña su propio sabor y luego rodeó el coche. No se subió sin antes hacer un llamado, conversación que Any no llegó a escuchar. Finalmente se sentó en el asiento de conductor y arrancó el coche.

Minutos después llegaron a un prestigioso hotel donde, casualmente, Alfonso tenía la reserva de una suite... o quizá no casualmente, tal vez de eso se trataba la llamada. Subieron al elevador y en un minuto estuvieron en el piso de la suite. Apenas él abrió la puerta, ingresaron y, nada más hacerlo estrechó a Any en sus brazos. Con urgencia, la puso de espaldas a la pared y le quitó el jean junto con las bragas, para poder deleitarse en esa humedad que lo volvía loco. Mientras la tocaba y la llevaba hasta el orgasmo una vez más, sus bocas se devoraban mutuamente. No pudo llevarla hasta la cama, tenía que hacerla suya allí mismo, conducirla hasta el éxtasis una vez más. Y cuando lo hizo, Poncho cerró los ojos y se concentró en las sensaciones que le transmitían los temblores de su cuerpo. Después de deshacerse en sus dedos en el vestíbulo del apartamento, Any lo condujo hasta la cama, donde se habían desnudado a toda prisa.

Que el cielo no se tiña de duelo |Anahi & Alfonso Herrera |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora