Elsa
Y como en los anteriores días, seguía tratando de que mi madre coma algo. Me preocupa mucho el tema de su alimentación ya que no ha querido comer nada desde que mi padre se fue de la casa, y a causa de eso, tuve que dejar de ir a clases.
Lo bueno es que Elizabeth también está ayudándome con todo, y pues gracias a eso pude continuar yendo a las citas del psicólogo. Admito que al principio fue muy difícil hablar con un desconocido, pero con los días fui tomando más confianza y ahora me está ayudando bastante a controlar mi ansiedad. Él y las pastillas que con frecuencia debo tomar..
– Mamá, es necesario que comas algo.. Por favor. – digo mientras sostengo la cuchara cerca de su boca.
Desde que las empleadas de la casa me contaron que mi madre no quiere comer y que está la mayor parte del día encerrada en su habitación llorando tuve que hablar con Elizabeth para hacer algo. Los primeros días nos turnábamos para verla, pero ahora que está peor tenemos que estar juntas en todo momento.
Después de varios intentos, mi madre sólo niega con la cabeza y se recuesta para dormir nuevamente. Dos minutos después llega Elizabeth con un vaso de agua y se sienta en la orilla de la cama, cerca de mí, para observarla.
– Creo que es mejor buscar a la tía.. – sugiere ella en voz baja.
– No me ha contestado.. – camino hasta la puerta y tomo mi abrigo. – Lo mejor será que valla a buscarla. Ya regreso.
Son muchos los días sin ir a la preparatoria, y sí soy consciente de los problemas que voy a tener con los profesores después pero, dadas las circunstancias, no podría ir sabiendo que mi madre está sufriendo de depresión en su habitación.
Comencemos por el día 1: cuando mi padre regresó de su viaje.
Recuerdo que aquel día los dos habían tenido una fuerte discusión a las 5 de la madrugada en la que, por los gritos, hasta Elizabeth salió de su habitación para verificar que todo estuviera bien. Llegó un punto en el que mi padre se fue de la casa para no continuar con el escándalo.
Él siempre fue una persona tranquila, es más pacífico en ese sentido. Pero mi madre sí que explotó de la furia y no dejaba de hacerle reclamos. A ella no le importó que Elizabeth y yo estemos ahí presenciándolo todo, ni que los empleados se hayan levantado a ver qué estaba pasando.
Al día siguiente, después de que todo ya estaba más tranquilo, mi padre me llamó por teléfono y me pidió que le haga una maleta con su ropa. Él me dijo que volvería para hablar con nosotras de algo serio, yo hice todo lo que él me pidió sin que nadie me viera y esa misma noche él regresó.
– ¡Tía! – dije en voz alta mientras cruzaba la calle y llamaba su atención, ella estaba leyendo sentada en el porche de su casa. – Hola, yo..
Me sonríe sorprendida de verme. – Cariño, ¿cómo estás? – se quita los lentes y se pone de pie.
– Pues.. No tan bien como me gustaría.
Sabía que si quería regresar a la preparatoria, ella sería mi única salvación.
Después de contarle lo sucedido ambas regresamos a mi casa. En todo el camino ella me venía diciendo que mi padre no debió haberse ido y dejarnos a mi hermana y a mí con todo esto encima. Claramente, fue algo que no podía discutir.
Ya cuando entramos a la sala principal mi tía se dirigió a la habitación de mi madre para verla y yo me quedé sola.
– Señorita, – me doy la vuelta y veo a Mary, una de las empleadas de la cocina. – En la cocina mis compañeros y yo necesitamos hablar con usted, si no es mucha molestia.
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•Nunca Digas Nunca•
Teen FictionNo había mucho entusiasmo en la vida de Elsa, no hasta que sus padres le dan la noticia de que debe continuar con sus estudios en otro país, en otra ciudad. Las expectativas de cambiar su tímida personalidad estaban muy lejos de cumplirse, ya que pa...