[17] Polvo.

75 8 0
                                    

Samantha

Estúpido Ryan. Estúpido Will. Estúpido Ian.

Era su misión atraparlo, ¿y que hizo? Me mando a mí.

¡A su ex!

Por su culpa me reencontré con él, con el ser que me acabo conmigo.

Como vea alguno de ellos, los mato.

¿Cómo pudo ponerme una cámara? ¿Quién se cree? No tiene derecho alguno sobre mi o mis decisiones. Y yo toda ilusa pensando que me extrañaba, pensé que volvió por mí, pero no, él quería algo, siempre quiere algo.

Ilusa no, pendeja.

Solo a mí se me ocurre que un timador como él se acercaría a mi porque le gusto.

Doña pendeja me llaman.

Que de gracias que encontré la cámara antes de ducharme, de lo contrario verdaderamente iba a matarlo. Y es que ¿grabarme? ¿enserio? Lo peor de todo es que no solo estaba el, ¡Will también me veía! Porque claro que su amigo del alma, el socio en sus travesuras estaba implicado en todo esto.

¡Me corto un dedo si no es así!

...

Omnisciente

—¿Dónde carajo está? Hace mes y medio que desapareció del mapa ¡Y ustedes no saben dónde carajo esta!

—Pero señor, usted nos ordenó ya no seguirlo más.

—¿Qué acabas de decir? —pregunto mirándolo con rabia contenida. Poco le duro esa expresión ya que luego de eso, su semblante cambio a uno más pacífico. —Mátenlo. —soltó de pronto.

Estaban seis personas en aquel despacho en donde se reunían cuando su jefe los llamaba, un tanto espaciosa dado que solo contaba con un viejo escritorio, una silla giratoria y un sillón en la esquina del lugar, todo eso sin mencionar el gran panel que abarcaba toda la pared.

Dos de ellos sujetaron al pobre hombre que se atrevió a meterse, el chico luchaba para que lo soltaran más nada pudo hacer mientras lo arrastraban lejos del resto, para cumplir con lo pedido por su jefe.

—No, por favor señor, no. —gimoteaba mientras lo sacaban del lugar.

Una vez lejos del lugar, el jefe se levantó de la silla en donde estaba recostado para bordearlo, caminando lentamente con la cabeza levantada, viendo a los tres hombres que quedaban en la estancia. Su mirada significaba peligro, todo aquel que se le cruzaba por el camino sufría las consecuencias más dolorosas. No tiene piedad, no tiene sentimiento alguno.

—Muy bien...—dijo arrastrando las palabras. —¿Alguien puede decirme cómo es posible que ese desgraciado se haya hecho polvo?

—Según averiguamos, se fue del país señor. —soltó aquel hombre alto que siempre acompañaba fielmente a su superior.

—¡Carajo! Es inteligente el infeliz. Sabía que teníamos el equivocado y se fue cuando pudo. —dijo en un susurro apartando la mirada de sus lacayos.

Esto no se va a quedar así, te hare volver Reagan, obtendré lo que es mío, así tenga que atravesarte el corazón primero.

—Ustedes, —levanto su mano apuntando a dos de ellos. —llámenla.

Es tiempo de poner algo que queso en la ratonera.

Regresaras, créelo.




El silencio de mi alma [Alma #0.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora