[24] Indicios.

61 8 6
                                    

Samantha

—Eres un desgraciado. ¡Confié en ti! ¡Confié en ti malnacido!

Llevaba despierta un buen rato, al hacerlo pude notar que nuevamente estaba amarrada, pero esta vez en una silla de madera de lo más incómodo. Al principio busque la forma de desamarrarme, más nada parecía funcionar.

Solo pude ponerme a pensar en lo mal que lo paso Corinne todos estos años, sin nadie que estuviera ahí para ella.

Luego de una media hora aproximadamente, la figura de Ian volvió a parecer en mi campo de visión, por lo que empecé a gritarle.

—Créeme que lo último que quise es que esto pasara, bonita. —lucia decaído, y sus nudillos estaban rojos, con sangre seca en ellos. —Planee todo menos enamorarme de ti dulzura.

—¿Mataste a Corinne? —pregunte con un nudo en mi garganta.

—No, aun no. Pero lo hare en cuanto termine con tu ex. —comenzó a reír maliciosamente. —Acabare lo que empecé. Matare a todos los Reagan.

—Condenado hijo de puta. ¡Déjame ir ahora! ¡ahora malparido, ahora!

—¡A mí no me gritas, carajo! ¡Puedo volare la cabeza de un tiro si se me pega la mierdera gana, así que mejor cierra la boca!

Su mirada ya no era la misma que solía ver todos los días, ahora es otra, más perversa.

¡Está enfermo!

Debo buscar la manera de salir de aquí y buscar a Corinne o nos matara el desgraciado.

¿Cómo pude ser tan idiota y no ver las señales?

Debí ver los pequeños indicios que me decían que era un fraude:

Conocerte no fue casualidad.

Desde que te vi supe que eras para mí.

Incluso ahora, me parece irreal que lo nuestro realmente esté funcionando.

¿Cómo pude desconfiar de Ryan? ¿Cómo pude creer que me uso? ¿Cómo pude desconfiar de su amor?

—Tu... —murmure al caer en cuenta sobre algo. —Tu supiste sobre mi bebé. —solté lágrimas, ya no podía retenerlas más. Últimamente no he podido. —Lo sabias todo, lo sabias y aun así me empujaste. ¡Mataste a mi bebé!

—¡Ese bastardo no podía nacer! ¿No lo entiendes, dulzura? Somos tu y yo contra el mundo. ¡Tú y yo! No pensaba compartirte con alguien más, ni mucho menos con el bastardo de Reagan.

—Nos separaste. Alejaste al amor de mi vida de mí. Mataste a sus padres y secuestraste a su hermana; la convertiste en su peor versión, una más distante y rota. Mataste a Carter que nada tenía que ver con todo esto. Los mataste a todos.

—Admito que eso último fue un error de cálculo. De él solo quería la memoria USB para poder despistar a los policías y pasar mi droga. —se encogió de hombros. —Al que planeaba matar es a su hermano por tocarte, pero el muy infeliz escapo con suerte.

—¿Tocarme?

—Ah, cierto, no te lo dije. ¿recuerdas aquel medallón que te di en nuestro primer aniversario? ¿Recuerdas lo que te pedí cuando te lo di?

—Que no me lo quitara pues así sabré que estás conmigo. —dije algo molesta al entender el significado. —El medallón tiene una cámara. —concluí.

—Eres extremadamente inteligente, aunque algo ingenua. No te preocupes, tendremos el tiempo suficiente para trabajar en eso cuando todo haya acabado.

El silencio de mi alma [Alma #0.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora