Capítulo XI

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Jiang YanLi no podía estar más molesta.

Ser la niñera de un montón de estudiantes no era una tarea que estuviera dispuesta a aceptar sin enojarse o sin hacer llorar a alguien. Solo cuidaba a sus hermanos y porque, según el pensamiento de Jiang YanLi, los dos sin ella, estarían acabados.

El latigo golpeó el aire.

El sonido fue suficiente para asustar a los jóvenes cultivadores.

—Pidan perdón.

—...

—No los escuchó.

—Pedimos perdón a la joven doncella Jiang...

—¿Por qué?

—Por...

—No importa cuanto golpees con el latigo o a quién golpees con el latigo, tendrás que estar con nosotros por el resto de la misión.

Jiang YanLi volvió a golpear con el latigo.

—A-Cheng —Fue un susurro bajo y peligroso, y en ese momento, Jiang Cheng sintió terror—. ¿Qué quieres decir con eso? ¿Me estas amenazando?

Jiang Cheng rápidamente negó con la cabeza.

—A mi me sonó a amenaza —dijo Wen Ning, que si bien, no quería ser golpeado, su instinto de provocar problemas era más fuerte que su instinto de supervivencia.

—¡Wen Ning!

—¿Qué? Tú eres el que va amenazando a jóvenes e indefensas señoritas.

¿Indefensa señorita? ¿Jiang YanLi? Jiang Cheng no podía imaginarse a YanLi como una indefensa señorita. Incluso, dudaba que alguna vez, hubiera sido indefensa.

—Y-o...y-o

—Joven maestro Jin, o deja de tartamudear o deja de temblar —Lan XiChen no soportaba ver a ese chico—. Me molesta.

—A mi también, de hecho, todos ustedes me molestan —comentó Jiang YanLi.

—Fácilmente, yo podría ser persuadido para perderme hasta que la misión termine —Lo que Nie Huaisang llamaba《ser persuadido fácilmente》, de seguro, seria una suma alta de dinero.

Lan XiChen y Jiang YanLi le lanzaron una mirada de hastidio, luego se miraron entre ellos y dijieron:

—¿Los abandonamos en el bosque?

—Por desgracia, ya conocen el camino de regreso.

—¿Un accidente?

—¿Un terrible accidente?

—Me gusta, que tal esto. Treinta cultivadores espirituales nos embocaron...

—Que sean treinta y cinco, y que sean super enanos, gordos y feos.

—Joven señorita Jiang, no creo que eso sea posible.

—Si tienes razón, donde vamos a conseguir a los treinta y cinco cultivadores espirituales.

—...

—Lo difícil seria encontrarlos con esas cualidades. Por lo general, unos son feos, otros enanos y muchos gordos, pero ninguno con esas tres cualidades juntas.

—...

—¡No pueden deshacerse de nosotros!

—¿Eso es un reto? —Jiang YanLi sonrió con malicia.

—Sonó como un reto —inquirio Wen Ning.

—¡No! —grito Jin ZiXuan y salió corriendo.

—¿Por qué corres? —preguntó Jiang Cheng .

Una Canción de BatallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora