Capítulo XVII

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El castillo come hombres era una dudosa atracción turística de Qinghe. Un lugar para que los niños jugaran a los cultivadores y en cuya parte trasera se gestionaban otro tipo de necesidades más carnales para los padres mientras sus hijos jugaban.

El nombre era una ocurrencia de los lugareños ante los precios de entrada y entretenimiento. Come hombres, porque te dejaban tan limpio como un esqueleto.

Nie HuaiSang llevo a Wei WuXian y a Lan WangJi a la parte dedicada a los niños.

El lugar era una especie de imitación de una Conferencia de Espadas. Cada Secta tenia un lugar respectivo con trabajadores que vestían los distintos uniformes de sectas, vendedores de espadas de juguetes, otros trabajadores que imitaban a cadáveres y mostruos, todo un espectáculo.

En el momento en que entraron una multitud de niños les dio la bienvenida y de inmediato se acercaron para rodearlos. Tiraban de sus túnicas, gritaban y balanceaban espadas de juguete. Un niño llevaba consigo una pequeña citara de juguete, la cual blandiaba en el aire como una amenaza a la cabeza de los otros niños mientras que rugía con la voz chillona:

—¡Soy HanGuang-Jun! ¡Fuera de mi camino o les partiré mi citará en la cabeza!

—...

Nie HuaiSang se carcajeo con diversion. Si bien, él era el que recibía el dinero estaba dispuesto a pagar para ver ese tipo de ocurrencias. Especialmente, si Lan WangJi estaba presente.

Lan WangJi estaba entre divertido y avergonzado. Estaba bastante seguro de que en su familia, el unico que amenazaba con lanzar cosas a la cabeza de otras personas era su hermano.

Incluso a la distancia Lan XiChen lograba avergonzarlo. No era fácil ser el hijo menor y estar rodeado de tantas malas influencias.

Wei WuXian a quienes los niños le huyeron, miraba la decoración y el ambiente en general, intentando que Lan WangJi no se acordará de su existencia y se quejara del niño con él.

Por costumbre o capricho, Lan WangJi cada vez que sufría un agravio se quejaba con Wei WuXian, como si fuera el deber de Wei WuXian defenderlo ante el mundo. Como si Wei WuXian pudiera hacer algo cuando el viento soplaba mucho y la arena  entraba en los ojos de Lan WangJi o como, Manzanita no se dejaba montar y tras una larga caminata los pies de Lan WangJi dolían.

—¡HanGuang-Jun, jamas haría algo así! —replico Lan WangJi al niño. Era cierto que tenía la cara gruesa como el muro de la fama de GusuLan, pero de allí a de ir amenazando a otros con esas clase de amenaza era... poco genial.

El niño miró a Lan WangJi de pies a cabeza. Una inspección con ojos arrogante y poco amable. Lan WangJi se sintió mal. Era estúpido ser mirado de esa forma por un niño, y aún más estúpido, reconocer ese gesto arrogante como suyo propio. Pero estaba seguro que ese gesto se veía mucho mejor cuando él lo hacía.

—¿Por qué me hablas, tu imitación barata y feo? —dijo el niño al reconocer el uniforme de la Secta Gusu y creyó que se trataba de alguno de los trabajadores del lugar.

¡Tú eres feo! ¡Toda tu familia es fea! Indignado. Lan WangJi estaba indignado. Ese niño acababa de llamarlo imitación barata y feo a él. Específicamente a él. ¡Feo! ¡A él!

—¿Feo? ¿Estas ciego? ¡Te reto a que busques a alguien mas hermoso que yo!

—¡No necesito buscar! ¿No sabes tú quien soy yo? ¡Este Laozi es HanGuang-Jun, Lan WangJi! ¿Puede haber alguien mas hermoso que Lan WangJi? ¡Tonto! —El niño blandio la citará a los pies de Lan WangJi al mismo tiempo en que se echaba exageradamente el cabello hacia un lado. Hubiese sido un movimiento tierno de ver si Lan WangJi no hubiese aprovechado el momento y hubiera jalado el cabello del niño.

Una Canción de BatallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora