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Claudia

No aparté la mirada de ella. Los segundos se hacían eternos y no respondía. Sólo nos veíamos fijamente, noté las dudas y luego el destello de seguridad.

—Disculpa toda ésta locura, no es que no supiera lo que hacía, simplemente quería hacerlo

¡Ah! ¡Sí sabía qué estaba haciendo! Y seguramente sabía lo que provocaría. El pensamiento de que me había traicionado no se iba, me hacía enojar cada vez más.

—Y realmente una cosa lleva a otra, en ese momento sólo existíamos ella y yo y un sin fin de recuerdos, un sin fin de pensamientos que impulsaron a esa situación, sin embargo no podía hacerte eso, no podía hacerle eso a Ana, ni a mí. Ana también pensó como yo, nada pasó, Ana descubrió algo importante, igual que yo. Pero tú no has prestado atención a lo que te dijo, entiendo que estés muy molesta, pero has dejado de escuchar

¿Y según ella qué era lo que no había escuchado? Las había escuchado claramente a las dos, no había perdido detalle de nada.

—Según tú ¿Qué es lo que no he escuchado?

—¿Recuerdas cuando te ayudaba en tú proyecto?

Claro ¿cómo iba a olvidarlo? Creía que era una buena persona y la pasábamos bien, confié en ese entonces al punto de confesar mis sentimientos por Ana, pero no sirvió de nada.

—Dijiste que no decías una frase porque notabas que Ana no estaba preparada, pero te lo ha dicho ahora y no le prestaste atención

—Claro que le puse atención, pero no sé si enojarme más o saltar de felicidad, porque talvez sea de momento, esté confundida y yo... ¡Rayos!

Tenía miedo. Miedo de que sólo lo dijera para distraerme, sólo para que no le hiciera nada a Stephan o sólo por impulso del momento y después volviera a lo mismo, a estar distante como en los últimos días. No quería ilusionarme con eso, el golpe de la realidad dolía más que un puñetazo.
Tomé mi cabeza entre mis manos por la guerra de pensamientos, ideas y dilemas.

—Ana odia el lunar de su mejilla

Escuché decir a Stephan. ¿Qué estupidez era esa? No estábamos hablando del lunar de Ana. Pero era ridículo, a Ana le gustaba su lunar, y a mí me encantaba, sobre todo por sus risitas cuando le daba besos sobre él.

—Bromeas ¿cierto?

Stephan negó. Yo muy segura le dije:

—A Ana le gusta su lunar

—Lo sé

¿Quién entendía a ésta chica?

—¿Entonces porqué dices eso?

—Cuando conocí a Ana decía que...

—¡No te atrevas, Emilia!

Ana interrumpió. ¿Tan mala era la historia? ¿Le daba vergüenza? Claro que eso me hacía tener más curiosidad, era obvio si ella lo quería guardar como secreto.
Stephan siguió como si no hubiese escuchado a Ana.

—...que odiaba su lunar porque arruinaba su perfecto rostro. Me enteré que...

Ana volvió a interrumpir.

—¡No sigas, Emilia León!

—...que le gusta porque tú siempre besas su lunar y cuando lo dijo le brillaban los ojos. Ese cambio en la perspectiva de algo de su cuerpo sólo significa que ama lo que haces, porque te ama a ti. Incluso ama el feo tatuaje que tienes en el antebrazo

¿Era real? ¿A Ana le gustaba su lunar sólo por la acción que yo tenía con ella? Mi semblante se relajó al recordar la primera vez que hablé de su lunar, con una expresión casi de desagrado me pidió que no lo mirara, pero creí en ese momento que había sido porque le molestaba que lo halagara porque era una creída por tener un lunar bonito, no creí que era por la razón que ahora me daba Stephan, y tenía sentido, ya que poco a poco me dejó que babeara por él.
Pero que me diera esa información no cambiaba lo otro.

Salazar ¿Slytherin?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora