IV. Ángel

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Habían pasado cuatro semanas donde Dazai evitó a toda costa a Chuuya, pensando que mientras permaneciera alejado de este, sería la manera más efectiva para protegerlo de su padre adoptivo, sabiendo que probablemente ya lo tendría en su mira con el objetivo de lastimarlo a él haciéndole daño a su querido amigo. Sin embargo, no pasaron ni dos meses completos cuando el pelirrojo decidió ponerle fin a todo eso cuando encaró a Dazai afuera de la escuela.

— ¡Dazai!— Gritó demandante con ambos brazos extendidos en un intento para que el otro no escapara.

A pesar de eso, el castaño pasó de largo, ignorandolo olímpicamente con la intención de dirigirse hasta a Oda quien lo esperaba fuera del auto, si no fuera porque el mayor de los niños lo tomó con firmeza de la muñeca derecha, recordando que años atrás tenía una herida en su mano contraria.

— ¿Qué quieres?— Preguntó frío, con toda la intención de alejarlo.

— Quiero...quie-

Pero no pudo continuar porque sin previo avisó rompió en un llanto que alarmó al castaño, que, con sólo ver esas lagrimas cayendo por esas mejillas fue mas que suficiente para que sintiera como se le caía el alma al ver llorar a quien seguramente era la persona mas importante en su corta vida, así, sin siquiera pensarlo envolvió sus pequeños brazos alrededor del pelirrojo en un abrazo que esperó que tranquilizara al otro.

Dazai sólo le dedicó una mirada a Oda para que este entendiera la situación y entrara al auto para darles privacidad.

— No quiero que dejemos de ser amigos.— Suplicó entre hipidos mientras se aferraba con fuerza a las ropas de su amigo.

— Es peligroso, Chuuya.— El le dio una palmaditas en la espalda intentando calmarlo.

— Por favor, Dazai.— Volvió a suplicar, pero esta vez mirándolo a los ojos, permitiendole al castaño ver sus lagrimas corriendo por sus mejillas en su rostro junto con adorable puchero que aceleró ligeramente su corazón.

Tragó saliva ante la adorable escena que se le presentaba ante él.

El castaño suspiró derrotado, su amigo había logrado vencerlo totalmente, era completamente imposible negarse a Chuuya, y menos luciendo de esa manera que parecía quererle romper y acelerar el corazón a la vez.

— Está bien, pero tendremos que ser cuidadosos.— Aceptó, consiguiendo que Chuuya parara de llorar, removiendo sus propias lagrimas con las mangas de su abrigo.

Cuando Chuuya le dedicó una sonrisa traviesa que iba de oreja a oreja fue que se dio cuenta que había caído rendondito a su trampa.

— Chuuya...— Lo miró con los ojos entrecerrados exigiendo una explicación.

— Jeje, ¿Te gustó mi actuación?, lo aprendí de mamá cada vez que intenta convencer a mi papá para que haga algo que él no quiere.— Sonrió orgulloso de si mismo.

A pesar de estar molesto porque se había tragado por completo toda la actuación de el pelirrojo, no pudo evitar soltar una carcajada con ganas. 

¡No era posible que el mismo inocente niño que creía que era Chuuya lo habría engañado tan fácil con esas lagrimas de cocodrilo!

El pelirrojo lo miró con confusión para luego sumarse a las carcajadas de su amigo. 

Una vez paró de reír, el niño puso ambas manos sobre sus caderas en una pose decidida.

— ¡No te libraras tan fácil de mi, Dazai Osamu!— Aseguró con total confianza.

Dazai en ese momento juró que el sol que se escondía lentamente hasta desaparecer, pareció brillar con intensidad sobre Chuuya, logrando que esas orbes de color azul resplandecieran con tal intensidad al punto que el castaño pensaba que había sido una imagen creada por su imaginación, el efecto del sol hizo que su cabello se tornara de un tono más rojizo, cosa que a los ojos de el castaño lo hacía parecer uno de esos seres celestiales que leía en sus libros de fantasía.

𝐸𝑚𝑝𝑡𝑦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora