VII. Calidez

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Al llegar, lo primero que notó fue que había mucho más zapatos de los que deberían haber en la entrada.

 ¿Acaso los Nakahara habían recibido una visita sorpresa por parte de alguno de sus familiares?

Una vez se quitó y alienó los demás zapatos que, extrañamente eran casi del mismo tamaño de los suyos, pasó hasta la cocina no sin soltar antes un "con permiso", encontrándose con la pelirroja que le respondió de espaldas un "bienvenido" que hizo un poco feliz al castaño.

— Buenas tardes, Kouyou-san, ¿Quiere que le ayude en algo?— Preguntó, posicionándose al lado, viendo que lavaba más platos de lo habitual.

— Te he dicho que no seas tan formal conmigo, Dazai, eres prácticamente como mi otro hijo.- Ella se detuvo un momento para sonreirle con cariño.

Dazai esbozó una pequeña sonrisa.

— ¿Donde puedo encontrar a Chuuya?

Ella soltó un suspiro al cielo.

— Ay...ese niño no tiene remedio, al final siempre hace lo que se le da la gana. Me pregunto a quien habrá salido.

El chico no pudo no darle la razón en silencio, porque sabía perfectamente como el pelirrojo de alguna u otra forma lograba hacer todo lo que quería. También quiso responder un "a usted" a la pregunta de Kouyou, pero decidió quedarse callado por su propia seguridad.

— Lo encontraras en su cuarto, y por favor asegúrate de informarme si su ropa aún sigue limpia, ¿si?

Él asintió en silencio para dirigirse directamente hasta la habitación de Chuuya, que sobraba decir que la conocía a la perfección.

Una desagradable sorpresa se llevó cuando al entrar vio que su amigo no estaba solo, si no que se encontraba aquella niña que había visto conversar con Chuuya esa misma tarde y a Ranpo que casi no hacia caso a la explicación que daba el pelirrojo.

No hizo falta más para que cerrara la puerta de golpe y se dirigiera hasta las escaleras para largarse de la casa, sin embargo fue detenido por la voz de Chuuya.

— No te vayas.— Pidió.

Él castaño soltó un suspiro para luego dar media vuelta hasta encontrarse con el pelirrojo con la ropa manchada de chocolate.

— ¿Por qué no me dijiste que invitaste a otras personas?— Exigió molesto.

— ¡Porque sabía que te negarías rotundamente a compartir con más personas!— El pelirrojo se cruzó de brazos.

Ninguno de los habló, sumerguiendose en un tenso silencio que Chuuya rompió no sin antes soltar un suspiro.

—...Sólo dales un oportunidad, ¿si?, quiero que seas tan feliz como yo y simplemente no se me ocurrió otra forma.

Dazai de verdad que intentaba con todas sus fuerzas resistirse a Chuuya, pero el mismo sabía que era imposible cuando desde la primera vez que hablaron, él se lo había ganado. Además, la otra opción era volver a ese horrible lugar donde vivía.

Definitivamente la casa de los Nakahara era el cielo comparado con su hogar.

— Está bien, pero si esa niña se me acerca juro que la tiraré del cabello.

𝐸𝑚𝑝𝑡𝑦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora