V. Regalo

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Kouyou no gritó solo porque era una mujer que sabía controlarse, sumándole que no era de buena educación ni de damas el hacerlo, empero, con sólo ver el desastre que había en su cocina no le faltaron ganas.

Las paredes, casi irreconocibles, estaban llenas de un liquido amarillo que no solo estaba en las paredes, estaba literalmente por todas partes. Sobre la mesa, el microondas, el lavavajillas, el piso, ¡incluso en su nuevo refrigerador!

— Chuuya Nakahara.— Llamó en un tono que no combinaba para nada con la sonrisa que adornaba su rostro.

Él pelirrojo se sobresaltó del puro susto con tan sólo oír su nombre completo pronunciado por su madre.

— ¿Si?, mami.— Preguntó con sus manitas atrás en un intento en vano de ocultar su miedo por lo que vendría a continuación.

— ¡Que te dije sobre intentar cocinar mientras no estoy!— Exclamó enojada, esta vez sin contenerse.

Ella le jaló con fuerza una oreja que lo hizo ponerse de puntitas en un intento de aminorar el dolor.

Dazai reprimió una carcajada al ver la escena.

— ¡Auch!, ¡auch!, de veras lo siento, mami, sólo quería mostrarle a Dazai como hacía la licuadora cuando estaba prendida.

Kouyou le jaló la oreja una vez más para después soltar un suspiro en un intento de serenarse. Había perdido la compostura delante de un invitado y no quería seguir dando una mala impresión.

— De castigo me ayudarás a limpiar todo este desastre mientras nuestro invitado se limpia y cambia de ropa.— Sentenció sin darle tiempo de que su hijo pudiera replicar.

— Si, mamá.— Asintió cabizbajo para ponerse a limpiar el desastre que el mismo había causado.

— Dazai, pequeño.— Lo llamó al aire, aún cuando sabía perfectamente donde se encontraba escondido.— Puedes salir, a ti no te haré nada, después de todo eres nuestro invitado y esto lo inició mi hijo.

Dazai salió lentamente detrás de uno de los sillones no sin antes cambiar su expresión de burla a una apenada.

Nadie tenía saber que el castaño había sido el que inició todo al retar a Chuuya a abrir la tapa de la licuadora.

 Perdone todo el desastre, Kouyou-san, si hubiera podido detener a Chuuya antes, su cocina podría seguir estando igual de limpia como estaba.— Le dijo con fingido arrepentimiento.

La pelirroja sólo le sonrió dulcemente para poner su mano sobre su cabeza y revolverle el cabello con cariño.

— No te preocupes, Dazai. Nada de esto es tu culpa, ahora acompañame al baño para que puedas limpiarte.

[oOo]

— No es justo.— Susurró enojado mientras se cruzaba de brazos.

— Es tu culpa por ser tan ingenuo, Chuuya.— Se burló.— ¿De verdad creías que se licuaría más rápido si lo destapabas?, ¿Es que eres idiota?

— ¡No es mi culpa que me retaras a hacerlo!, y no, no creía que así se licuaría más rápido.- Se defendió con un adorable puchero en sus labios.

𝐸𝑚𝑝𝑡𝑦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora