Capítulo 3

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El canto de algunos pájaros fue lo que me despertó.

Ni siquiera me importó si Oliver quería verme junto a él cuando abriera sus ojos, si al salir de la habitación me encontraba a toda su familia desayunando en el comedor, solo recogí mi ropa lo más rápido que mis temblorosos brazos me dejaron, lo que el dolor en cada una de las marcas en mi piel pudieron ser ignoradas por mi cerebro, solo quería salir de ese lugar. Es una estupidez, pero la mañana no me hizo sentir mejor, para nada, y ahora... podía recordarlo todo, podía recordar cada uno de sus movimientos, de sus toques, sus palabras, de lo adolorido que me hacía sentir el haber terminado en su cama, como si no hubiese tenido suficiente con toda la culpabilidad que los demás hacían caer en mí.

Me sentía como una mierda, porque lo único que yo quería era tener una conversación sincera, de poder arreglar mi relación, pero lo único que tengo es una fuerte sensación de haber sido utilizado, junto a una desagradable molestia en la boca de mi estómago, quería vomitar.

Y fue horrible, porque todo el camino no podía dejar de sentir que en cualquier momento me desmayaría, o que solo quería morirme, ahora más que nunca tuve asco de mí mismo, aunque yo sabía no había hecho nada malo, de que, en la forma que fuese, esa noche iba a ayudar a mi relación con Oliver, o eso era lo que quería creer. Por eso cuando al fin llegué al edificio, y mi deseo más grande era dormir hasta dejar de sentirme mal, al abrir la puerta de mi departamento, y ver a Darrell sentado en el sofá, fue un terrible golpe para recordarme de que pasar la noche con Oliver no era nada excepcional, ni algo que mereciera ser motivo de pensarlo en exceso, es la maldita realidad que decidí seguir anoche.

—¿Qué haces aquí?

Su sola sonrisa ya me hace querer estar aún más muerto, porque los recuerdos de la linda tarde que habíamos pasado ayer se mezclaban con los desastrosos de una terrible noche. Darrell se levanta del sofá con un suspiro, que me hace retroceder aún más, rogando para que no se note lo tembloroso de mis brazos al cerrar la puerta, junto a lo desordenado de mi ropa, mi cabello, la ansiedad que debe estar marcada en mi rostro. Por alguna razón, sentía que había traicionado todo el amor que yo le decía tener, que fuese mentira lo muy enamorado que estoy, pese a que lo acepté.

—Te prometí que vendría en la mañana si me sentía mejor — parecía una buena idea en ese instante —. ¿Dónde estabas?

La emoción en su voz hace que mi corazón palpite aún más rápido, que me sonroje, y que la sensación en la boca de mi estómago fuera más fuerte. No puedo ni dirigirle la mirada, me siento tan decepcionado de mí mismo, de todo lo que le prometí ayer, pero aún más, de la desagradable sensación que recorre mi cuerpo. ¿Cuál será su respuesta? Me asusta saber que él también puede estar decepcionado de mí.

—Ahora no es un buen momento, por favor, vete.

Sé que no le gustará lo que hice anoche. Niego, sin levantar la mirada del suelo termino por lanzar las llaves de mi auto a la isla de la cocina, y aunque intenta saludarme con un siempre abrazo, que evito caminando más rápido a mi habitación, una ignorante risa sale de sus labios, seguro cree que estoy de pésimo humor para verle, pero, la verdad, es que no quiero que note una parte tan destruida de mí, que no tenía idea podía llegar a sentir. Es tan frustrante sentirte utilizado, y no poder hacer algo para cambiarlo.

—Por un poco de fiebre no harás que vuelva a casa.

Ayer no me hubiese importado pasar toda la mañana con él, aunque fuera en su habitación, viéndole dormir y cuidando un poco de él, pero hoy solo quiero dormir en mi cama, y tomar una pastilla para lo mucho que me duele mi cuerpo. Claramente, eso era lo único que no iba a suceder con Darrell aquí.

Los Secretos de una Estrella FugazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora