Los Secretos de una Estrella Fugaz

Capítulo 9

Dejo salir una larga exhalación, abrazando más fuerte mis piernas, hundiendo mucho más mi rostro en el sofá para tratar de limpiar las lágrimas que aun bajan por mis mejillas. Esto está mal, no he dejado de llorar, y no pude dormir ni un poco en toda la noche, creo que nunca me había sentido tan impotente en toda mi vida, de hecho, me parece más acertado decir que las cosas nunca habían estado tan destruidas como ahora, y ni siquiera deseo pensar en todo lo que tengo que arreglar, solo me gustaría que, aunque sea por magia, las cosas se solucionaran solas.

Pero es un poco estúpido, lo sé, y solo preferiría que Oliver ignorara todo lo que sucedió ayer, pero es aún más ridículo que deseárselo a una estrella fugaz, no me sorprendería escucharle decir que ya no quiere ser mi novio, le dije varias veces que confiara en mí, a pesar de que yo mismo sabía era por completo hipócrita pedírselo, terminé haciéndole llorar, disfrutando un beso fingido de Darrell, y por si fuera poco, sin sentir ni un pequeño pedazo de remordimiento al decirle lo mucho que me desagrada tenerle más cerca de lo que el tomar de una mano se puede permitir.

No solo Oliver me hace sentir mal a mí, yo también se lo hago a él, y quien menos culpa tiene de los dos, es obvio que es el chico. Al menos, él realmente ha valorado nuestra relación, él en verdad debió amarme de una forma en que yo no lo pude hacer. Sollozo una vez más, apartando unas nuevas lágrimas con mi mano, se siente fría, y no ayuda mucho que aun falte un poco para la madrugada, el cielo aún está oscuro, aun se ven algunas estrellas atravesando la vista que tengo del balcón, y no tengo idea de cómo voy a llevar a Laura al aeropuerto sin matarnos por un colapso mental en medio de la carretera.

Levanto mi cabeza al escuchar la puerta de la habitación abrirse, pese a que tardo un poco me fuerzo a sacar algunas palabras para disculparme por lo destruido que me encuentro, aunque más bien termina siendo un nuevo sollozo al apenas verla abierta un poco, lo mismo que estuvo desde que le vi cepillando su cabello, y creo que palidez al escuchar un quejido, el mismo bello sonido que he amado cada vez que ese alguien específico despierta a mi lado.

—Max — mi labio inferior tiembla aún más al girar, en realidad, es la puerta del departamento la que se ha abierto, puedo distinguir perfectamente esa silueta, sin importar qué tan oscuro esté el lugar.

—Dios, Darrell.

Ni siquiera me importa comenzar a llorar mucho más al levantarme, para correr lo más rápido que puedo hacia él, apenas tiene tiempo de cerrar la puerta tras de sí al lanzarme para abrazarle, aferrando mis manos a su camiseta, ahogando algunos sollozos al sentir la calidez de su cuerpo, el reconfortante olor a manzanilla, el perfecto lugar que mi cabeza tiene al caer sobre su clavícula, sentir su respiración rozar un poco mi mejilla junto a su suave cabello, él me abraza aún más fuerte, besando cada pedazo de piel por donde bajan mis lágrimas.

Dios, estuve al borde de la muerte preocupándome por él, por las llamadas que no contestó y los mensajes que no respondió, por lo mucho que quería ir a su departamento para asegurarme de que todo estuviera bien, de que hubiese llegado a salvo, pero aún más, porque no estaba seguro de que fuese a venir para ir al aeropuerto como prometió, pero me alivia tanto que esté aquí, estoy tan agradecido de percibir este bello sentimiento una vez más en mi pecho, acelerando los latidos de mi corazón.

Un ligero quejido se escucha al separarme solo un poco, para sostenerle de sus mejillas, susurra por lo bajo que me siente más frío que en cualquier otro día, a lo que solo ladeo una sonrisa, dejando salir un suspiro al sentirle apoyar su frente contra la mía, al rodearme con sus brazos por mi cintura y enredar sus dedos en la tela de mi camiseta, el hermoso color café de sus ojos se ve claro, lejos de esa molesta sombra de alcohol y enojo, al menos no es la misma persona que vi ayer.