Capítulo 19

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Soy increíble y no pienso llorar hoy, le demostraré a todos que estoy bien, que la tristeza no es un signo de debilidad, sino de sentimiento y fortaleza, que pelear con mis amigos solo es un escalón más hacia la bella amistad que podemos desarrollar si somos sinceros y no dejamos que nuestros traumas del pasado nos dominen, y que soy... ¿Jodidamente guapo?

O, al menos, eso dice la tarjeta que Hayden ha pegado en el espejo, un lugar que obligatoriamente debía ver, y en verdad midió tan bien mi altura, que necesito moverme de un lado al otro porque no me puedo ver haciendo el nudo de la corbata. Suspiro, lanzándole hacia la cama, como sea, no quiero usarla, ni el saco del traje, hoy es un día caluroso. Tomo mi celular de la mesa de noche, apenas levantando la mirada a ambos peluches de nutria, el de Oliver con un corazón, el de Hayden con una estrella de mar, y aunque sonrío porque las amo, eso no evita que un pequeño pensamiento quiera surgir desde el fondo de mi cabeza, que sé no me reconfortará, por lo que me fuerzo a ignorarlo, sin pensarlo demasiado me dirijo hacia la sala, donde paseo la mirada por el lugar, además de que hoy ya se ve mucho más organizado, la verdad es que no le quiero dar demasiada de mi atención o comenzaré a cuestionarme, a recordar, y ya tengo bastante trabajo acumulado como para volver a deprimirme entre una infinita cantidad de almohadas y cobijas, solo tomo la llave del departamento, de mi auto, y mi mochila, para salir del lugar y pasar por el primer piso para despedirme de Hayden.

Ya requirió bastante fuerza de voluntad levantarme esta mañana, reconocer que debo ir a trabajar, y aceptar que no morí, significa que voy a seguir sufriendo por mis estúpidas palabras, mis horribles decisiones, y el tener que compartir oficina con el amor de mi vida, al que lastimé tanto que hice llorar y gritarme que soy la peor persona que ha atravesado su camino, pero se supone que yo no debería estar pensando en eso, o me sentiré lo suficiente mal como para volver a la cama para ahogarme en un nuevo mar de mis lágrimas.

Forzándome a no pensarlo demasiado, ignorando lo difícil que será el día, solo suspiro, presionando el botón del primer piso, caminando hasta el fondo del ascensor para no molestar a las personas, tratando de ocultar mi sonrojo en una aparente búsqueda de cualquier imagen de nutria en mi celular, me avergüenza el dar por supuesto que ya debe ser un gran rumor en el edificio que hay un famoso viviendo conmigo, que tuve una sesión de besos que no dejó mucho a la imaginación frente a la entrada del lugar, y que tuve una fuerte pelea anoche que todos podrían haber escuchado, y no pienso levantar mi cabeza para saber si me están mirando, no quiero poner atención a sus conversaciones para saber si están susurrando de mí, es mejor pretender que mi integridad sigue igual de misteriosa al primer día en que decidí vivir aquí.

Pero qué más da si todos han dado por polémico que hubo dos chicos que entraron y salieron cuando quisieron, qué importa si ahora hay otro que no teme actuar como lo que realmente es, así es la vida, por horrible camino que resultó de mis decisiones, al menos hay alguien a mi lado, que me enseñó la mejor solución no es llorar sintiéndome deprimido, afrontar mi terror de lo que le causé a Oliver y a Darrell es mucho más valiente.

Al abrir la puerta del ascensor y ser el último en salir no me dirijo directo al estacionamiento, tomo el pasillo contrario, casi territorio inexplorado tras el auditorio de reuniones del edificio, al que solo he entrado una vez en mi vida, sin darle mayor importancia camino unos cuantos metros más y aparto la puerta siguiente, música pop comienza a inundar el lugar, algunas personas que han madrugado para hacer ejercicio antes de ir a sus trabajos, y nunca creí que algún día vendría al gimnasio del edificio, ni siquiera tenía idea de que fuera tan grande, pero como sea, puedo ver el destello brillante al fondo del lugar, camino directamente a Hayden, cuyas piernas se ven increíbles al hacer ejercicio en la máquina de correr, su mirada pasa de estar concentrado en el libro que lee, a mí, que apenas puedo saludarle por lo bajo, en seguida su sonrisa brilla.

Los Secretos de una Estrella FugazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora