8. Distancia

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Las ráfagas de viento helado llegaban a inmiscuirse por las rendijas de la ventana, la cual estaba abierta intencionalmente pero que por ratos sentía ganas de levantarse a cerrarla. No lo haría ya que en parte necesitaba sentir aquel frío colándose en su habitación, que acaricie su rostro, sentirse vivo.

Aún así, las sábanas y frazadas lo cubrían hasta el cuello en búsqueda de sentirse protegido por un manto bendito o algo así. Encontraba el calor necesario en aquel refugio improvisado y el consuelo que en ese momento necesitaba.

Minutos antes en un impulso o estímulo, llámese como vea propio, había cometido el acto más desesperado de su vida. Y ahora, ya habiendo cenado, hecho el aseo y preparado para dormir, no sabía cómo tirarse hacia atrás. No había modo. Ya había intentado obligarse a dormir para desatenderse de la responsabilidad pero le iba a ser imposible. También pensó en apagar el teléfono pero sería muy evidente.

Lo hecho, hecho estaba. Sin importar cuánto pudiera arrepentirse ahora mismo no le quedaban más opciones que enfrentar el desafío que él mismo se buscó.

¿Que iba a decir?¿Que tuvo simples ganas de hacerlo? Iba a quedar como un desesperado subnormal.

El tiempo corría y las palabras indicadas aún no concluían una oración decente. Y malas noticias: El nombre reluciente de su pupilo vibraba en conjunto al dispositivo arrojado sobre las azules sábanas debajo de la frazada más grande.

Tragó en seco.

De la mesa de luz situada a su costado tomó los auriculares y como acción automática los conectó en un intento, dejándose llevar una vez más por sus reflejos, rogando que éstos le ayudaran a resolver el asunto en el que se había metido.

Deslizó el pequeño círculo verde hacia arriba.
A partir de allí, dejó de ser.

— ¿Hola? —se oye desde el otro lado, en un inglés tan perfecto que asusta.

Jotaro abre los labios con la intención de hablar pero lo único que se puede escuchar desde su lado de la línea es un perro ladrando en la lejanía, ¿Esperaba un milagro antes? Si no había pensado que decir, no le iba a salir ahora.

—¿Hola?¿Me escuchas? —su voz no suena impaciente, pero si algo nerviosa, aguda, natural al parecer viniendo de él.

El biólogo pega un suspiro, pasando su mano por su ondeado cabello.

—No tienes que hablar inglés, soy japonés de nacimiento.

Visiblemente la capacidad de hablar de Kujo está bastante oxidada, en conjunto con sus modales. Pero si conservaba alguna habilidad, era la de decir lo que piensa sin pelos en la lengua, y le parecía necesario no forzar a su contrario no hablar su idioma natal, dándole la posibilidad de expresarse mejor.

Oh, es verdad. Gracias por eso. Te hubiera hablado en español pero hace muy poco que empecé a aprenderlo.

Jotaro agudizó el oído, notando que hablando su lengua materna su voz suena más tranquila...más dulce. Cerró sus ojos en busca de concentración, sin pizca de negación hacia el pensamiento anterior. Era tonto engañarse, su voz le parecía hermosa.

¿Sigues ahí?

—Ah, si. Perdón, esto es nuevo para mí.

¿Lo de tener alguien a quien instruir? Lo sé, debe se-...

—No, lo de hablar por llamada con alguien.

Otro silencio incómodo. No quería dar lástima en absoluto, pero su existencia misma parecía causar pena en general.
Jotaro no se da cuenta, pero está siendo transparente; quizás por el sueño, el relajo que causa la voz de su compañero, quizás porque se está simplemente dejando llevar en vez de analizar cada situación como si todo fuera el trabajo y debiera hacerse perfecto.

A kilómetros de ti. (JJBA) -JotaKak-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora