3. Sexto sentido.

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Una oscuridad ambiciosa lo envolvía a sus pies y la mente mientras éste enfocaba su vista en un punto fijo en el medio de la puerta.

Estaba siendo demasiado histérico, no le agradaba esa faceta suya. No había ni visto el baño y ya quería lanzarse hacia afuera sabiendo que aún no estaba preparado mentalmente para afrontar tanta sociabilización.

Ladeó la cabeza en negación con la intención de borrar aquellos pensamientos negativos dejando solo la idea de que revisaría el baño y posiblemente abriera las cortinas para que entre algo de aire a esa sombría habitación.

El toilet era otro espectáculo digno de apreciar por su lado. La luz tenue le daba un aspecto de sensualidad poco común, la mayor parte de la iluminación se centraba alrededor del enorme  -e innecesario- espejo colocado arriba del lavabo de mármol, también helado como el resto del lugar. Lo único diferente eran las cortinas, que de forma sorpresiva lucían oscuras haciendo de éste un contraste encantador.

Si lo pensaba bien esa habitación casi media lo mismo que su departamento. Vaya.

Al salir del majestuoso sitio al que no le cabía llamar 'baño' recordó que abriría las ventanas para que algo de aire refrescara el lugar en su ausencia. 

Solo que no al correr a un lado las gigantescas cortinas -beige, por supuesto- no esperaba chocarse con un paisaje tan precioso como el de detrás de la ventana. La llovizna casi invisible caía suave del cielo aún claro cubierto de enormes nubarrones que apenas dejaban filtrar un que otro escaso rayo de sol, haciendo de aquellas gotas brillos incandescentes alrededor del paisaje parisino, su estilo romántico y...

La Torre Eiffel, la cereza del pastel.

Aseguraría que de noche se ve mucho más majestuosa pero aquel entorno melancólico hacía que ésta resalte entre tanta oscuridad a pesar de que sus luces aún permanezcan dormidas. El enfoque, sin necesidad de salir al balcón, era casi perfecto.

Abrió los ventanales en busca de que el aroma a París se escabulliera entre su dormitorio y así poder introducirlo en sus pulmones, con éxito. La brisa fresca danzaba sus cabellos y hacía de las cortinas una animada ola que ondeaba a sus costados.

Con parsimonia, cerró sus ojos dejándose llevar por el rugir del ahora viento, para luego abrir sus párpados y poder llenarse la vista de aquel horizonte idílico, etéreo e inalcanzable.

Odiaba no poder dibujar aquello, después de todo era biólogo marino y no una especie de Claude Monet.

Al final, terminó por tomar una amplia bocanada de aire y correrse de la rígida posición en la que estaba, dispuesto a finalmente escurrirse entre los pasillos del añejo albergue.

Sacó el celular de su bolsillo para observar la hora y para su sorpresa ya iba siendo hora de almorzar así que podría ahorrarse el tener que recorrer toda la edificación buscando a una persona que podría estar en cualquier lado.

Dicho recuerdo lo puso incómodo, esta vez intentaría hacer lo posible para evitar pasar vergüenza frente a una multitud de personas que en su mayoría no conocía del todo bien y que, peor aún, ya lo habían visto la primera vez.

Tomó la llave de la mesa próxima a la puerta y al salir cerró esta con doble vuelta, sin sentido alguno en realidad.
Las escaleras cuesta abajo se hacen más largas cuando uno se concentra en un problema próximo para el cual necesita de una solución instantánea. Y desgraciadamente por más que le dé vueltas al asunto, no se encuentra otra alternativa.

Una vez llegó a la planta baja, preguntó a la recepcionista , quién se bajó los anteojos hasta la punta de la nariz para observarle, en dónde quedaba el bendito comedor y ésta en un gesto de molestia apunta con el largo dedo índice hacia un cartel verde que claramente dejaba leer "Comedor", solo que en francés.
Jotaro sintiéndose vagamente estúpido solo asintió para luego caminar rápido hacia la puerta izquierda vidriada que daba paso al amplio salón.

A kilómetros de ti. (JJBA) -JotaKak-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora