9. Latidos de autoescuela.

89 12 3
                                    

Madrid, 07:45 AM del día jueves.

Habrá dormido unas dos horas con suerte, pero podría jurar que fueron incluso ocho. Esa mañana los pájaros habían elevado su vuelo hacia aquel edificio tan alto solo para cantar una serenata al alba, hacia un cielo que solo hablaba el idioma de la paz.

Apenas pisa el helado suelo con los pies descalzos, eleva sus brazos hacia arriba y luego hacia abajo tocando la punta de sus dedos inferiores, en un proceso de estiramiento que hace mucho tiempo no hacía. Acto seguido, comienza el ritual de higiene; pero no tan monótono como solía ser. Recorre el pasillo hasta el Hall, y enciende la televisión, agarrando una transmisión musical en algún canal de la zona. Acorde a las 7 de la mañana, la melodía de la música clásica inundaba el departamento en su ínfima desolación.

No importa, la expresión del joven biólogo sigue tan seria como siempre, pero adentro suyo sabe que el día no es como cualquier otro, sino que aguarda algo especial. Se deja llevar por las notas de la armonía hogareña, continuando la preparación que conlleva empezar un nuevo día laboral.

Al terminar observa el horario en la esquina de la pantalla, absorto de lo efímera que se sintió la, irónicamente, eterna rutina antes de salir. Tenía 15 minutos extra, en los cuales hasta tendría tiempo de llevar algo para desayunar en el camino y ahorrarse el comprar algo al paso.
Buscó entre los insumos pero no podía encontrar aún las cápsulas de café, el no haberlas usado hace rato hizo que perdiera el rastro del orden de Giorno. Por suerte o coincidencia, al querer tomar su celular de la mesada pudo ver que en su cara misma se encontraba la caja que tanto buscaba.

Hoy estaba particularmente perdido.

Al menos, ya teniendo su vaso térmico en mano y el maletín en el otro, optó que podría llegar un poco más temprano al trabajo.
Haciendo malabares, abre y cierra la puerta del departamento, en camino al ascensor.
Sus pensamientos rondan entre que no quiere encontrarse con el portero, y en...

—¡Dr. Kujo! Que agradable volverlo a ver, ¿Que se hizo en la cara? —exclama el anciano que porta su típica escoba en la mano, quien parecía estar esperándolo apenas bajó del ascensor—

Oh, aquí vamos de nuevo.

—Sr. Piccolo, buenos días estoy algo apura-...

—¿Estás usando maquillaje?¿Alguna dieta? Hoy luce radiante, como un amanecer en la playa. Cuando tenía tu edad, pasaba una hora en el baño arreglándome para las damas. ¿Al fin conseguiste novi...

Tendría que agradecer a sus antepasados, nuevamente, que tuviera la condición física para escapar de situaciones incómodas en las que era imposible ganar. En segundos, Jotaro estaba afuera del edificio acomodándose su chaqueta, por emprender camino hacia la celestial estación de metros.

Ahora, una nueva duda turba su tranquilidad, y era la de que porqué el viejo portero estaba tan asombrado de verlo. Que él supiera, no sé había hecho nada nuevo en su atuendo ni se había vestido extravagante. Tampoco era cuestión de luminosidad, el sol recién comienza a asomarse en las concurridas calles madrileñas.

Pierde el concepto de cuánta distancia caminó hasta sentir una voz a su lado que llama su atención:

—Buenos días ocean man~ —cita el joven sin dejar su labor de barrer la acera—.

Jotaro solo lo mira de lado con todas las intenciones de pasar de largo, pero no puede evitar voltear al escuchar que el contrario menciona nuevamente su aspecto físico.

—¿A qué viene eso? —opta interrogar el biólogo, a fin de acabar con sus dudas—.

—No sé, pero hoy te ves bien. Como si un huracán hubiera causado un efecto invertido en tu cara'nchoa.

A kilómetros de ti. (JJBA) -JotaKak-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora