A kilómetros de ti. (JJBA) -JotaKak-

17. Corazón que no siente.

El cigarrillo se deshace entre sus dedos, tal como sucedió con su ánimo durante esos no contados días en los que Noriaki había dejado de escribirle, más todavía teniendo conocimiento de que había leído sus mensajes.

No había podido dormir muy bien debido a la angustia de la incertidumbre; la lluvia suave que puede observar por el ventanal de su oficina no acompaña su situación sentimental. Ya hacía un rato que se encontraba parado observando hacia el exterior, tomando tiempo para reflexionar más. 

Una vez finalizados los papeleos que le había encargado Doppio, podía decirse que estaba oficialmente de vacaciones. Seguía allí sólo porque quería terminar de ordenar el lugar, excusa para no volver a su departamento. No quería lidiar con el desorden que había quedado luego de una trágica noche de descontrol ejecutivo (cosas que podía evitar dejar a último momento).

Jotaro se había fascinado con la vida desde muy joven, si bien se había dedicado al océano, no descartaba que la existencia de tanta diversidad le parecía de lo más asombroso. Esto lo llevó a apreciar, como un igual, a las plantas que hay en su oficina. No niega haberle hecho preguntas alguna vez, o un que otro experimento estructural.
Ahora, roza con sus dedos algunas hojas de la Drácena, acariciando con suavidad. Le encantaría hacerlo con el Aloe Vera pero tiene que usar un solo dedo en el centro de la hoja.
En su mente, se despide de ellas, y sueña con poder acariciar una piel, en vez de las "extremidades" de sus compañeras vegetales de oficina.

Una escena muy íntima ante los ojos de cualquiera, interrumpida por el pelirrosa que se abrió paso por la puerta de la oficina, llamando su atención al instante. Él ya estaba de salida, pero quería despedir a su superior por sus vacaciones; se percató de ello por su vestimenta informal, y porque en la bolsa plástica que sostiene, se aprecian algunos objetos que logran captar su atención: entre ellos, algunos cuadernos, lápices de colores, y una pequeña caja de bombones.

—S-señor Kujo, quería desearle éxito en sus vacaciones. —exclama, jugueteando con la bolsa entre sus dedos—.

El biólogo se limita a asentir, esbozando una leve sonrisa, sin dar mucha más atención a sus palabras. Sus pensamientos y curiosidades se encuentran en la vida personal del secretario.

—Aún no es Navidad. —dice, a la vez que señala la mano del contrario—.

Puede notar como las mejillas de Doppio se empiezan a colorear.
Realmente aquel no esperaba el interés de su superior, no se sentía preparado para un interrogatorio.

—Ah...eso...

—¿Cómo llevas el matrimonio?

Sus ojos rosados se abren en sorpresa, los movimientos de sus manos se intensifican. Nervioso, siente como tiene clavada la mirada del biólogo.
Trata de formular una respuesta más bien técnica, pero termina por improvisar.

—B-bastante bien...no solemos discutir y las peleas duran muy poco. Ella es muy comprensiva, y pensar en Trish nos une más.

Jotaro observa como su compañero se tranquiliza a medida que sigue exponiendo un discurso sobre la comunicación con su cónyuge, donde comienza a disociar, perdiéndose un poco en sus pensamientos.
Se imagina el compromiso que podría representar tener una relación así, con tanto peso; ya consideraba que era difícil sólo tener que conquistar a Noriaki, siendo que él sentía que la comunicación fluía como agua de río.

—Señor Kujo... —la voz tímida llamando por su nombre logra sacarlo del trance—. Debo irme, pero agradezco su tiempo e interés.

—Gracias a ti, Doppio, por todo.

Vinegar hace un ademán de saludo con su mano libre, y sale velozmente por la puerta. Encamina hacia el ascensor, y mientras marca los botones, por fin respira hondo.
Recapacita acerca de esas ultimas palabras con su jefe, de su repentino interés en su familia. Siempre vió a Jotaro como una persona extremadamente reservada, pero algo en él cambió luego de asumir el cargo de su abuelo...hasta podría decir que se volvió más humano, menos "robot", un poco más social.