18. Distancia -1/2. (Extra)

23 3 0
                                    

(N/a: este es un capítulo que puede saltearse, ya que no afecta en absoluto a la trama. Queda a decisión de/la lector/a).

Empieza a sentir el calor que emana la lámpara violácea sobre su cabeza, pero está demasiado cómodo en ese banco como para cambiarse de lugar. Aparte, le había dicho a su compañero que lo esperaría allí sentado, el tiempo que sea necesario.

Adoraba ese bar de mala muerte: sus luces ténues de colores viejos le daban ese toque de nostalgia que ponía el ambiente, esas botellas de la pared de la barra no habían sido limpiadas en semanas y la gente que lo frecuentaba, vestida de incógnito, con bufandas que envuelven sus rostros o, en el mejor de los casos, antifaces de diversas formas y colores. Le había pedido a él que le consiga una máscara, y le dió una de color rosa con detalles morados de brillantina; si bien no necesitaba ocultarse, le gustaba esa sensación de permanecer anónimo.

Su cabello largo cae sobre sus hombros, su coloración dorada combina muy bien con el mencionado antifaz. No quiso colgar su abrigo de noche, por lo que no pudo lucir su fresca camisa negra, pero se sentía bien tal cual estaba; sentado en la punta de la barra, bebiendo un vermut de a sorbos.

Lo único de lo que puede protestar, es que desde allí no puede observar a su compañero, quién se perdió por la parte más oscura de la taberna, con un sujeto robusto de traje. Pero ya había pasado un extenso rato, y tiene entendido que la tarea que debía llevar a cabo no demoraría mucho más.

Entonces lo ve volver; mientras se acerca, levanta un poco su máscara blanca para dejar al descubierto sus ojos azules como un zafiro. Ellos se clavan en los suyos, haciendo ese pequeño pestañeo que ensayaron juntos para indicar cuando debían retirarse de un lugar. Debe abandonar su agradable posición, pero no sin antes dejar el pago de la bebida y una buena propina por debajo de la copa.

Ambos abandonan el bar tras suyo por la misma puerta, pero no es hasta que salen que recién se permiten tomar sus manos en silencio, para caminar hasta el estacionamiento.

-Dime...¿qué te dijo? -preguntó el menor, apretando la mano de su colega, dejando ver lo nervioso que realmente estaba-.

Él se detiene en seco. Gira la cabeza para poder quedar frente a frente y extiende sus manos hacia su cara para remover el rosado antifaz. Acto seguido, también se quita su máscara; ya no debían aparentar ser otra persona, eran sólo ellos dos.

-Giorno, amore mío... -deja caer los objetos en sus manos, para poder tomar su rostro entre sus delgados dedos-.

El de cabello dorado se deja llevar por el tacto cálido de sus palmas, cerrando los ojos, abierto a soñar. Pero no puede con la duda, y los abre, suplicando con la mirada.

-Bruno... -susurra, mientras aprovecha para tomar las manos de aquel, con intención de acortar la distancia entre sus cuerpos-.

Abajo suyo, escucha crujir las máscaras que, accidentalmente, terminó por aplastar. Su expresión ahora es triste, lamentando que así terminara el regalo que le hizo Bucciarati.

-Tranquilo, te voy a conseguir una mucho mejor... ¿Sabes por qué?

-No necesito saber más.

Giorno se abalanzó sobre su pareja para besarlo apasionadamente, fundidos en un abrazo que parecía no tener fin.

Bruno había conseguido ascender de puesto en la mafia, para la cual trabajaba desde antes de haberlo conocido, después de haber realizado una extensa serie de trabajos no muy agradables. Todo lo que sabe es que había comenzado porque no tenía un buen pasar económico, y se terminó quedando porque el dinero le servía para mantener a su padre, y ahora el estilo de vida que llevaba.

A kilómetros de ti. (JJBA) -JotaKak-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora