A kilómetros de ti. (JJBA) -JotaKak-

13. Colillas de cigarro.

—N-no...espero no causarte molestias, no, gracias a tí por todo.

Termina, para colgar el tubo del teléfono de linea en su respectivo lugar. Acto seguido, se ventila con unos documentos que tenía sobre el escritorio; no le causaba gusto mentirle a Doppio, pero tampoco podía decirle que estaba pasando por una de las peores resacas de su vida.

—¿Ves que no era difícil? —exclama su propio asistente, mientras le extiende un vaso de limonada con bastante hielo—.

Giorno había acudido al llamado de su amigo apenas le explicó que había tenido una borrachera juvenil muy inmadura y que precisaba hablar de ello. El rubio, expectante de cotilleo, se presentó al instante a su "trabajo". Él le aconsejó que se tome el día, ya que de todas formas ya era viernes y podía conectar aquel día de ocio con el fin de semana. Todo era válido realmente, su cuerpo le pesaba una tonelada y aún sentía que si se movía rápido podía devolver un litro de ron más.

El joven biólogo se sentó en el sofá a beber su limonada, mientras observa como su compañero finge que está ordenando la cocina, siendo que ve como, de reojo, está esperando que por fin le explique todo de principio a fin.

Toma el florero de rosas entre sus manos, el cual había acomodado apenas recordó su existencia, para poder apreciarlo mejor. Vestigios del paso del tiempo ya eran evidentes en sus pétalos, era asombroso como el amor podía ser tan dañino para tener que arrancar flores a modo de presente en vez de apreciarlas desde el propio rosal.

—Te iba a preguntar sobre ese arreglo, no tenía idea de que te gustaban las flores. —exclama el rubio desde su sitio—.

—Estas me gustan. —responde, teniendo la capacidad de sentir como su contrario está por temblar del nerviosismo, sin tener que voltear a mirarlo—.

Jotaro aceptaba que las flores no le gustaban así como le gusta el mar o su profesión, si no que las rosas habían logrado despertar en si mismo una especie diferente de aprecio, ciertamente atribuido a que le trae a sus pensamientos a esa persona, y todas las sensaciones cálidas que, ahora, puede admitir que eran reales.
Suspira, y lleva sus dedos a la sien, dejando el vaso de cristal vacío sobre la mesita del sofá, haciendo el estruendo suficiente para cerciorarse de que Giorno tuviese los oídos bien abiertos, dado que no volvería a repetir lo que iba a decir.

—Yo...el pupilo...

Cuando sacó la mano de su rostro, dispuesto a levantar la cabeza, sintió como su acompañante salió disparado con una velocidad inaudita, para pararse justo frente a él, dispuesto a escuchar absolutamente todo sin perder ningún detalle.

Ambos se miraron fijamente, sin necesidad de hablar sobre sentimientos o estupideces, sus caras hablaban por sí mismas.
El de ojos aquamarina estaba a punto de gritar, puesto que ya sospechaba hace varias semanas de aquella extraña relación entre su amigo y aquel individuo con quién conversaba incesante, Jotaro nunca había sido tan atento al móvil; es más, el cambio había sido más gradual de lo que podía percibir, su rostro brillaba más, las ojeras no eran tan nítidas, su departamento estaba más organizado, y desprendía un aura diferente, las vibras que da una persona feliz.

Desde el punto de vista del biólogo, sentía que el estómago le daba vueltas nuevamente con sólo pensar en aquella noche, y teniendo a su asistente con una expresión que lo extorsionaba a hablar de una vez. No pudo evitar que toda la sangre se le fuera al rostro, el bochorno era inminente y no tenía forma de escapar.
Lamentablemente, no podía estar todo el día en ese enredo y él mismo se había ofrecido a liberarse de aquel asunto, precisando escuchar la opinión que no sea suya o de las voces en su cabeza.

Algo cansado de esperar, su compañero decide tomar asiento justo a su lado. Tiene intenciones de darle una palmada o sobada en el hombro, pero por más confianza que haya entre ambos, siente que la situación no lo amerita. Opta por darle su espacio, ya que sabe muy bien cuán difícil es hablar sobre los sentimientos personales.