4. Fantasmas.

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Una gota.
Y otra.
Y otra.
Y otra.

Una porción tan pequeña pero fría de agua en el medio de su frente bastó para que Jotaro se despierte sobresaltado de la reposera en la que al parecer dormía muy a gusto siendo que la temperatura no estaba apta como para andar como él estaba: en ropa interior.

Con los ojos entrecerrados separó sus brazos, que aún mantenía cruzados, y los colocó sobre el barandal del balcón, dispuesto a tomar impulso y levantarse de su improvisado aposento.

Pestañeó rápido un par de veces hasta que pudo abrir bien sus párpados y divisar el horizonte que apenas estaba comenzando a aclarar, dando a entender al joven biólogo que eran alrededor de las 7:00 de la mañana.

Acto seguido, miró hacia arriba suya siendo que desde que despertó no oía rastros de que siguiera lloviendo.
Así era, quizás algunas gotas se hayan colado por algún pequeño agujero del techo que cubría el balcón debido al estancamiento del agua que había caído antes.

Recién en ese estado de somnolencia Jotaro comenzó a sentir como en su piel se le erizaban los vellos por el contacto con la helada brisa del amanecer.

Acto seguido se introdujo se volvió por donde había entrado al balcón hace unas horas. Observando la cama aún tendida afirmó que no le daría el lujo de mantenerse así, por lo que arrojó lo que estaba sobre ella como su carpeta y la valija vacía al suelo, para luego acurrucarse entre las sábanas y continuar con su sueño pero esta vez de manera ininterrumpida.

...

El problema fue que si fue interrumpido al cabo de poco más de dos horas por un incesante golpeteo en la puerta.

Toc, toc toc.

Al principio sonaba suave, con intenciones de despertar pero no de molestar. Con ese ruido Jotaro ya se había despertado sin intenciones de levantarse, considerando que posiblemente sea la mujer de la limpieza.

Al cabo de un minuto volvieron a sonar los mismos repetitivos sonidos, pero una serie más larga.

Jotaro ya algo inquieto se giró para quedar planchado en la cama, pero con los ojos abiertos dentro de lo que podía.

Un silencio rotundo se hizo presente. Tiempo suficiente para que el ojiazul vuelva a intentar coinciliar el sueño por otro rato; pero cuando estaba a punto de volver a caer en el mundo de los sueños...

Los toques en la puerta sonaron como una ametralladora en medio de la Segunda Guerra Mundial.

Eso fue suficiente.

Ciego (literalmente ya que apenas podía mantener los párpados levantados) en un santiamén y con un tirón abrió la puerta de par en par dispuesto a gruñirle al que sea que se haya dignado en interferir su descanso que tanta falta le hacía.

Lo primero que pudo divisar aún borroso era un puño cerrado con el ademán de volver a tocar la puerta. Pero a medida que iba subiendo la mirada intentando enfocar a aquella figura, más confundido se sentía.

Hasta que dió con su rostro.

Y su cabello rojizo.

Y el aroma dulce de las cerezas que inundó sus fosas nasales hasta el punto de querer vomitar.

No por lo empalagoso que se sentía, para nada.

La cara del muchacho cuyo nombre no recordaba estaba del mismo color que su cabello, y aquellos ojos esmeraldas que anoche lo habían observado con admiración se encontraban tan abiertos como platos, con una expresión ilegible para él.

A kilómetros de ti. (JJBA) -JotaKak-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora