NIDO DE GRIFOS

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La diosa despertó sobresaltada, la habitación aún se hallaba sumida en las penumbras de la noche y aunque ciertamente lo intentó, ya no pudo volver a conciliar el sueño, quizá fuera lo más prudente, podría empezar a revisar todo nuevamente, aun si ya se había tomado ese trabajo antes de dormir, prefería levantarse de una buena vez y evitar que las extrañas ideas que siempre la acompañaban se adueñaran de su consciencia, probablemente lo harían en algún momento, pero esperaba que al menos fuera con menor intensidad. Rápidamente pasó su mirada por su armadura pulcramente pulida y brillante, la diosa movida por su inconsciente extendió sus manos hacia el frío metal de su égida, tan resistente y majestuosa como la mismísima piel de la medusa, sobre ella las plateadas serpientes parecían querer cobrar vida, y su idea más temida aún en contra de su resistencia llenó su mente, todos y cada uno de sus pertrechos le recordaban el rostro de su medio hermano, Hefesto, la diosa apartó las manos rápidamente como si el metal la lastimara. 

Hefesto era un ser extraño, maltrecho por los desamores de sus padres se había tornado una criatura solitaria y taimada, la diosa jamás hubiera esperado que se atreviera a intentar semejante ultraje, sin embargo nunca le había inspirado confianza, ya que no podía sospechar siquiera que ideas rodaban por su mente, su rostro permanentemente inexpresivo y su mirada atenta a cada suceso, verdaderamente se compadecía del destino de Afrodita, el dios era bastante astuto para lograr lo que quería, pero muy a su pesar eso no lo ayudaría a obtener las atenciones de la hermosa diosa. Atenea había aprendido poco de él cuando le había ayudado a descubrir una nueva técnica para tratar y combinar los metales, después de todo la diosa era una apasionada por el conocimiento y su materialización en el arte, a pesar de haber pasado mucho tiempo debatiendo en la forja, el dios había permanecido en silencio la mayor parte del tiempo, una vez terminado el trabajo la diosa había recibido un obsequio, al principio había pensado que era a modo de agradecerle por su colaboración, sin embargo el dios del fuego y de la forja había fortalecido algunos objetos viejos que Zeus le había brindado y se los habían dado a la diosa, más de parte de Zeus que de él, en conmemoración de su entrada al Panteón como miembro de calidad, aunque no fue explícito Atenea siempre sospechó que lo había hecho única y exclusivamente por pedido de su padre, eso no era necesariamente incriminatorio pero hacía que la diosa siempre lo tratara con cautela y no se había equivocado en hacerlo.

Mine se posó en su hombro sacándola de su pesar, Atenea observó al ave, aún le parecía milagrosa y era para ella un símbolo de esperanza, siempre lo sería, sin embargo era un viaje en el que no podía acompañarla, el mochuelo era la encarnación del espíritu de la paz y la sapiencia, no era débil, de hecho ningún espíritu acompañante lo era, pero no había nacido para la guerra.

De repente notó los primeros albores de la mañana, Helios paseaba con su carruaje de sol puntual como siempre, mientras se colocaba la armadura recordó el momento en el que había distraído a Helios al tiempo que Prometeo le robaba el fuego, maniobra de la que casi salió indemne, sin embargo no fue así para Prometeo y ahora pagaba el precio, Atenea sintió que se le hacía un nudo en el pecho, todos los que habían disentido con su padre habían terminado en un eterno e insoportable castigo, extrañamente no tenía miedo, más bien sentía cada vez más real la posibilidad de recibir una condena por parte de Zeus. Ya estaba casi lista, ató su cabello con un lazo y se colocó su casco, se cubrió con un manto y cargó su armamento.

Manteniendo la reserva salió de su habitación, cerrando cuidadosamente la puerta, en silencio pero a paso rápido recorrió los pasillos hasta salir de aquel inmenso palacio, la luz de la mañana era tenue y no había indicios de otros olímpicos, eso no la dejaba del todo tranquila, la idea de que otro olímpico se involucrara la carcomía por dentro, puesto que quien se involucrara se vería obligado a tomar una posición al respecto y desde que lo conocía, Zeus había mostrado muy poca indulgencia en general. Por este mismo motivo se veía obligada a llevar a cabo la misión sin ayuda de otros.

UNA ETERNIDAD SIN GUERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora