SOL DE MEDIANOCHE

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Los trabajos de la diosa en el mundo mortal habían terminado, muy a su pesar debía volver al Olimpo y como si no fueran suficientes transgresiones, pensaba llevar a Medusa. Le resultaba atemorizante imaginar la gran cantidad de cosas que podrían salir mal, empezando por Zeus que era impredecible y terminando con Hefesto que era... simplemente Hefesto, sin embargo guardaba la esperanza de que no ocurriera nada con ninguno de los dioses, por un lado si su padre hubiera entrado en cólera ya habría descendido a manifestárselo, de eso no había duda, aun así para la diosa era evidente que su padre estaba indefectiblemente al tanto de todos sus movimientos, y se inclinaba a pensar que no había tomado una determinación porque prefería mantenerse al acecho del momento adecuado y no como una muestra de indulgencia. Respecto a Hefesto no sabía qué pensar, prefería confiar en que simplemente no coincidirían en el mismo momento y lugar, apreciación muy sesgada por sus propios deseos, teniendo en cuenta que iría a la forja de Hefesto.

Medusa, que había estado en una montaña rusa emocional, estaba nuevamente eufórica, la joven no podía creer que ascenderían al Olimpo. Era un sueño para cualquier ser llegar a él, para la propia diosa había sido su mayor anhelo en su infancia, por lo que no podía culparla, sin embargo no todo era color de rosas, era bueno que la gorgona estuviera contenta y sin miedo, pero también era necesario que mantuviera la prudencia.

—Medusa, te tengo una última advertencia —la gorgona la escuchaba sumamente atenta—, los mortales no pueden vernos en nuestra forma verdadera, en nuestra faz divina, aun en el Olimpo es raro que la adoptemos, sin embargo, es posible que así sea... si establezco la conexión mi energía será la tuya, entonces probablemente eso sea suficiente protección contra el esplendor de otro dios, al menos mientras mi poder sea superior al del dios en cuestión —aseguró intentando no infundir pánico en su compañera—, pero si ves a un dios de mayor poder, el mío no bastará para resguardar tu cuerpo mortal, por esto es recomendable mantener la discreción.

—Entiendo, pero...—tal como esperaba la diosa Medusa había recobrado la sensatez—. Suponiendo que nos toparamos con alguien en su forma divina, ¿cuántos dioses podrían matarme con su sola presencia?

—¿Preguntas quién más fuerte que yo?¿En el Olimpo? —interrogó con un tono engreído que no pudo ocultar—. Solo conozco a uno que quizá podría superarme —terminó sin poder contener la sonrisa.

—¿Nunca dejas de alardear?

—Nunca, es parte de mi encanto —le dijo ahora con matiz divertido y soltando una risita—. En realidad lo importante es que si Zeus aparece, te lo haré saber, buscarás a Marte y te irás sin mirar atrás ¿entendido?

—Sí, señora— ante el silencio de Atenea y su mirada dubitativa continuó—. Lo digo con total honestidad, no estoy loca, claramente no me enfrentaría a un dios.

—Aun así, no creo que te encuentres con muchos olímpicos— la diosa comenzó a murmurar palabras apenas inteligibles para Medusa—. Porque evidentemente no te arrastraré conmigo a la forja de Hefesto —la gorgona hizo un silencio, en parte para procesar el susurro de la diosa y por otro lado para descifrar sus intenciones, rindiéndose a su segundo objetivo rompió el silencio.

—¿Y entonces para qué estoy acompañándote al Olimpo?

—Te dejaré con Apolo.

—¡¿Qué?! No, definitivamente no lo harás, yo no confío en los tuyos... —le reclamó la gorgona con la voz quebrada y perdiendo la efímera calma.

—Medusa —la reprochó Atenea—, no necesitas confiar en Apolo o en quien sea, créeme a mi. Además, lo más probable es que solo él tenga las respuestas que buscamos, y aunque no lo parezca es más peligroso y sospechoso para ti estar conmigo en el Olimpo, que con otra deidad, últimamente soy un imán de problemas.

UNA ETERNIDAD SIN GUERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora