Ares no sabía el motivo, pero Zeus ya no le prestaba atención, no era como si alguna vez hubieran tenido una relación verdaderamente estrecha, sin embargo podía notar que algo había ocurrido, de hecho el joven hubiera jurado que incluso lo miraba con desprecio, y aunque en ese momento no quiso sacar conclusiones apresuradas, poco después oyó una conversación entre dios de dioses y su madre que esclareció la situación. No podía mentir que se alegraba de no ser hijo de Zeus, no cuando había sido su modelo por tanto tiempo, aun así tampoco estaba dispuesto a rogarle por sus atenciones.
Sus días habían sido solo el correr de las horas y siempre a la expectativa de que todo se mantuviera en una cierta latencia entre su madre y el dios del rayo. E inmerso en su ir y venir de ideas disparatadas y posibles desenlaces, lo tomó desprevenido la llegada de Atenea al Olimpo, sin embargo era más que simplemente una sorpresa, había sido especialmente importante para el dios de la guerra, para él había sido un camino en medio del caos y poco a poco se había comenzado a ver en ella, lo que Atenea hacía o veía también Ares, hasta que ya nada era suficientemente propio como para no compartirlo, salvo por una cosa, un secreto que Ares había enterrado y haría de cuenta nunca haberlo oído. Todos sus asuntos con Zeus quedarían en el pasado, ya que todo iba de maravilla y no quería que nuevamente su mundo se viniera abajo, no lo soportaría otra vez. Muy a su pesar, haber hecho silencio no había sido suficiente, y lamentablemente ignorar una situación nunca lo era. Fue de lo más extraño para el joven dios recibir nuevamente una visita del dios de dioses, pero fue aún más raro el pedido que este le hizo.
—Puedo notar cuan fuerte te has hecho, Ares —al margen del contenido de lo que le decía, Ares supo que nada bueno saldría de esa conversación, no podía obviar esa voz llena de desdén—. Debes irte, esta misma noche —Zeus hizo una pausa a la espera de una respuesta, sin embargo en la mente de Ares solo resonaban esas palabras que todavía no tenían un sentido claro, aunque no le resultaban extrañas viniendo de su boca—. Ya no necesitas más entrenamiento, tampoco debes estar aquí encerrado, ¿para qué perder el tiempo? —cada pausa se tornaba más y más breve, como si no fuera ya suficiente la lentitud de Ares para formar ideas coherentes—. Te irás, pasarás algún tiempo misionando en el mundo mortal, así serás un olímpico reconocido —para Zeus siempre había sido fácil poner en situaciones incómodas al resto de los olímpicos, ser el dios de dioses tenía la ventaja de que nadie se atrevía a cuestionarle nada, pero Ares no estaba dispuesto a facilitarle la situación.
—Sabes muy bien que no me interesa el Panteón o ser reconocido por los olímpicos —le respondió enarcando una ceja y por fin logrando emitir una respuesta.
—Doy cuenta de ello, no puedo olvidar que eres tú el que se pasea ocasionando problemas con una gran inmadurez y escandalizándonos... ¿Qué no te basta con tu existencia?
—¿Y desde cuando te molesta? Si eres el escándalo en persona —Zeus entendía perfectamente lo que el joven dios le reclamaba, se refería a las múltiples veces que había engañado a su madre y a las otras tantas que había iniciado alguna absurda guerra—. La diferencia es que nadie osaría decirte nada —de haber pensado que tendría alguna oportunidad, Ares tampoco se habría atrevido a cuestionarlo de ese modo, pero en vistas de que ceder mansamente le traería las mismas consecuencias, al menos prefería conservar su orgullo, al fin y al cabo ya había perdido su lugar allí.
—¿Por qué haces todo tan complicado? —respondió conservando la calma—. Eso solo me muestra lo equivocado que estaba contigo, pensé que al menos habrías sido menos egoísta —Ares casi rio ante tan común recurso, chantaje emocional, era siempre su primer arma y a pesar de conocerlo tan bien no podía evitar sentirse culpable, aunque sería algo que nunca admitiría.
—¿Lo hago complicado? A decir verdad es bastante fácil adaptarse a las decisiones y planes cuando son propios, pero en cambio es sumamente difícil estar a tu disposición sin rechistar, hacerlo una y otra vez porque nunca te cansas de tus exigencias para con los demás —Ares tomó aire.
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UNA ETERNIDAD SIN GUERRA
FantasíaLa repentina desaparición de un dios, mueve a Atenea, la diosa de la sabiduría, hasta los confines más profundos del universo en su búsqueda. En su viaje recorrerá mundos fantásticos y entre dragones, cíclopes y espadas, se descubrirá a sí misma.