MORDIDA VENENOSA

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Tras dos días que habían estado llenos de hazañas, Medusa aparentemente ya había superado su temor y confusión y ahora en cambio estaba completamente jubilosa y exaltada, de hecho si hacía un movimiento más caería del lomo de Marte, Atenea por su parte continuaba con una permanente calma externa y expresión indescifrable, limitándose a responder lo que su compañera le preguntaba al tiempo que guiaba a su noble grifo en dirección a la isla de Lerna.

—¿Puedo encargarme yo de este trabajo? —le dijo implorante Medusa con la emoción de una niña pequeña. La diosa no pudo evitar esbozar una sonrisa, sin embargo rápidamente recobró la seriedad.

—Me temo que será en otra ocasión. Si el tiempo no corriera en un reloj de arena, accedería a tu pedido, pero puedes fiarte de que al acabar todo esto, yo misma te llevaré a una aventura increíble.

—Te tomo la palabra, espero que al rescatar a tu preciado Ares no te olvides de mí —le respondió a modo de reclamo

—¿Pero qué cosas dices? Como si me olvidara de lo que prometo —respondió negando y posteriormente suspirando —. Además lo he estado pensando, cuando vayamos al Olimpo hablaré con Apolo, de seguro tiene alguna idea sobre como solucionar tu condición de medio acompañante y medio mortal... incluso podrías acompañarme al inframundo, si ese fuera el caso.

—¿Y al Tártaro también?

—No — soltó en seco.

—¡¿Qué?!¿Por qué?

—Medusa, entiendo que estés feliz con nuestro logro, pero te recuerdo que ni siquiera tuvimos que pelear para conseguirlo, el Tártaro alberga criaturas realmente peligrosas y no pienso embarcarte a él, no se lo pediría a nadie.

—Pero de igual forma tú si entrarás —le recriminó.

—Y no es la idea más agradable que tengo en mente, pero no tengo otra opción, en fin, ya he tomado una decisión —respondió terminantemente—, sin embargo pronto veré como te desenvuelves con la Hidra y en función de eso, buscaré la aventura más adecuada para ti.

—Sí, señora —dijo con un atisbo de mofa. Atenea sonrió ante la contestación de la gorgona que seguía con cierta euforia. Luego de haber pasado por un estado de shock, se había percatado de sus nuevas chucherías, vistiendo una armadura y unas dagas livianas se veía como una auténtica heroína y eso parecía exaltarla aún más. Atenea ignorando el feliz comportamiento de su compañera continuó guiando a Marte, agradecía la velocidad de su grifo, sin Marte habrían demorado mucho en llegar al golfo de Argólida, donde encontrarían el lago de Lerna, allí moraba la Hidra. La Hidra de Lerna era una bestialidad policéfala que tenía como armamento un aliento deletéreo y una mordida inherentemente letal.

—Podemos cortar una de sus cabezas y de ahí sacar el veneno —le dijo Medusa con entusiasmo a sabiendas de que la diosa estaría evaluando la forma más adecuada para obtener el veneno.

—O podemos usar esto —le respondió la diosa mientras le mostraba lo que parecía ser un contenedor—. Al igual que se obtiene el veneno de una serpiente... bastará  solo una mordida.

—Si, había olvidado lo fácil que sería... ¿Cómo me atreví a olvidar que viajo con la diosa de la sabiduría y la estrategia? —le respondió ya con voz calma y sumida en la decepción.

—Medusa, entiendo que quieres más acción, pero no te preocupes, una hidra no es una serpiente y nos dará muchísimo trabajo, tiene 50 cabezas, todas igual de venenosas y se mueven con total independencia, será como enfrentar 50 monstruosidades.

—Entonces serán 25 y 25.

—Debo negártelo nuevamente, al llegar necesito tu obediencia, tenemos que actuar como una misma, actuaremos juntas, pienso que sería conveniente que tu busques la mordida y yo te cubriré.

UNA ETERNIDAD SIN GUERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora