ORGULLO

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El Olimpo ya se veía lejano, la diosa fijó la vista en aquella hermosa ciudad que se plantaba frente a ella, su ciudad, pensó con admiración.. era majestuosa, Atenas, tantos templos... sin embargo no pudo evitar revivir con pena la furia de Poseidón. Él quería ser el patrono de la ciudad, pero los atenienses habían elegido a la diosa de la sabiduría como su protectora y esta a cambio les había enseñado sobre las artes, la estrategia y la justicia, para ese entonces Ares había comenzado a involucrarse con los mortales y hacerse la fama del Dios de la guerra, por su parte Atenea también era aclamada por sus habilidades en el campo de batalla, sin embargo la diosa era concebida como una diosa estratégica y equilibrada, de ese modo cada uno se había definido de una forma y aunque todavía no hubieran cruzado espadas tampoco habían vuelto a mediar palabra alguna, la diosa ni siquiera recordaba si para ello hubo algún motivo, de cualquier modo la ciudad le había traído consuelo y había llenado el hueco que había dejado su distancia con Ares. En su experiencia como protectora de Atenas las cosas le habían parecido nuevamente muy sencilla, la gente la había recibido bien y ella a cambio les había concedido muchos dones, sin embargo, Poseidón no olvidaba... nunca había sido un dios del que se fiara, era un ser presuntuoso y autoritario.

Un día, después de cosechas prósperas y meses de paz, la marea se levantó enfurecida arrasando con gran parte de la ciudad, las olas lo cubrieron todo y Atenea se vio arrastrada hasta las profundidades más gélidas del mar, no lo permitiría, pensó para sus adentros... la diosa había nacido en un ambiente hostil y un poco de agua salada no la detendría, armándose de valor logró nadar hasta la superficie pero lo que vio le quitó el coraje que portaba, una imagen que jamás lograría borrar de su mente. Aún ahora, solo recordarlo le hacía sentir impotente, cuerpos sin vida yacían en la superficie, mujeres y hombres, niños, ancianos y adultos, todos... y unos pocos sobrevivientes esforzándose por no hundirse. Fue un día fatídico para Atenas. Luego de la tragedia pasaron mucho tiempo restaurando la ciudad, pero jamás pudieron olvidar a quienes habían perdido y no podrían traer... y a pesar de que les había enseñado a cultivar la tierra, el agua salobre de la marea la había dejado prácticamente estéril, sólo subsistió el olivo que Atenea había plantado cuando fue elegida como patrona de la ciudad. Ese día supo que las cosas ya nunca volverían a ser sencillas, que ganar una batalla era verdaderamente más complicado de lo que parecía, fue el primer muro que la joven y brillante diosa se llevó por delante, uno que la atormentaría por el resto de sus días. Recordaba que estaba decidida a enfrentar a Poseidón, solo quería que sufriera tanto como lo habían hecho ellos, sin embargo Zeus la detuvo y aun estando al tanto de lo ocurrido, su intercesión fue como siempre arbitraria, jamás castigó a su hermano por sus pasiones desenfrenadas, sin embargo quienes eran inocentes lo habían perdido todo y el único remedio que les ofrecían era el tiempo, esa fue la segunda cosa que aprendió, la justicia no existía, al menos no por parte del Panteón. Atenea nunca encontró la forma de disculparse con los atenienses por lo sucedido, por no haber sido capaz de evitar su desgracia y hacerle honor al rol que le habían brindado.

La diosa elevó la vista, las luchas del pasado los habían fortalecido, la ciudad se erigía orgullosa frente a ella y no pudo evitar sonreír ante eso. Atenas, la capital del arte, de la escritura, de la filosofía y la democracia la recibía con los brazos abiertos nuevamente.

Atenea comenzó a caminar a paso rápido pero cuidadoso. Antes de la fundación de la ciudad, desde el Olimpo ella y Ares solían ver el terreno donde más tarde se alzaría Atenas, siempre sospecharon que sería importante, Atenea no sabía si lo encontraría allí, sin embargo era un punto de partida. Internamente podía suponer con un poco de arrogancia que aunque no era el ambiente de Ares podría encontrar un refugio allí, después de todo y a pesar de las diferencias que tenían, había encontrado un refugio en ella, por eso pasaría rápidamente, había una mínima posibilidad de que Ares ante un arranque de melancolía estuviera en la ciudad.

UNA ETERNIDAD SIN GUERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora