DESTINO

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A pesar de lo ocurrido, habían podido emprender nuevamente viaje, a Atenea le preocupaba nuevamente sobrevolar sobre el mar, pero ahora Medusa se veía más tranquila. 

Su actual destino era Caria, habitada principalmente por mercenarios con un gran culto a lo bélico, lugar donde encontraría la caja de almas, la misma había sido en cierto sentido un obsequio de parte de las mismísimas Moiras a la humanidad, puesto que por su presencia se creó la caja de almas partiendo de lo que había sido el gran abismo de la humanidad. 

Hubo un tiempo en que deidades primordiales y mortales se hallaban en constante conflicto, incluso llegando a extenderse a una parte de la era de Zeus, sin embargo la situación se apaciguó mediante un acuerdo, dioses y mortales habitarían distintos territorios, jamás se vincularían y los últimos les rendirían culto a los primeros a cambio de su protección. Prometeo, de naturaleza titánica, fue una pieza muy importante en el lado de los mortales, tanto así que Zeus lo consideró peligroso, Prometeo era astuto y siempre terminaba enredando al dios en sus tretas, motivo por el cual conseguía constantemente beneficios para los mortales. El dios del rayo harto y ofendido envió a una mujer surgida de la arcilla y las lágrimas al mundo mortal como presagio del dolor que traería a la brevedad, su nombre era Pandora, la mujer sería recibida con los brazos abiertos por el hermano de Prometeo, Epimeteo, quien se casaría con Pandora. El tiempo pasó en una extraña calma, tal como Zeus había previsto, Pandora y Epimeteo se habían unido en matrimonio, como regalo de bodas recibieron una caja bellísima, de madera tallada con incrustaciones de piedras preciosas, Pandora que había sido creada con mucha curiosidad decidió abrirla a pesar de las advertencias de Prometeo, y al hacerlo liberó todos los males sobre la humanidad, aquel día la faz de la Tierra se hizo negra, aterrada con lo que había causado la cerró quedando en su interior solo una cosa, la esperanza. El castigo había caído sobre la humanidad, que como consecuencia había perdido la unidad que practicaban cuando Prometeo era su guía, sin embargo la sed de venganza de Zeus no había sido saciada, por esto también impuso un eterno castigo a Prometeo. Tiempo después, luego de años de guerra, plagas y odio, las Moiras hicieron su primer aparición en el mundo mortal, invitando nuevamente a Pandora a abrir el bellísimo cofre, esta muy atemorizada, pero sabiendo que las cosas no podrían empeorar lo hizo, liberando entonces algo completamente distinto, la esperanza liberada fue como una cálida luz en el abismo en el que los mortales habían caído, y la caja ahora vacía permanecería abierta como promesa de la propia recién surgida esperanza, promesa de que algún día serviría para guardar nuevamente los males del mundo.

Actualmente el cofre que otrora había guardado esperanza era conocida como la caja de almas y habían rumores acerca de su ubicación, sin embargo estaba custodiada por un ser bestial, la quimera, cuyo verdadero fin era evitar que la caja fuera tomada por un ser impío e incapaz de limpiar la oscuridad, en manos peligrosas podría ser usado con otros fines, pues era una caja de almas, conjuraciones de hechicería antigua podrían hacerla un objeto letal para cualquier ánima a su alcance.

Atenea no sabía donde estaría la caja y Caria era un lugar demasiado grande para recorrerlo de punta a punta, sin embargo sabía que podría obtener algo de información en el mercado de la ciudad, allí habría mucho tumulto de gente lo que sería ideal para obtener una o dos historias antiguas que algo de cierto tenían.

—¿Estás bien? —le preguntó Atenea a una cohibida Medusa mientras le indicaba a Marte que planeara el aterrizaje.

—Si —pareció dudar—. Todavía estoy anonadada, simplemente eso —continuó con una risa nerviosa—, gracias por darme la oportunidad de empezar de nuevo y... lamento haber causado tantos desperfectos— dijo con voz grave a lo que la diosa rio antes de responderle.

—Yo creo que todo salió bien, además lograste crear la ventana perfecta para que pudiera salir del lago, admito que al principio estaba preocupada al verte petrificada con el agua llegándote al torso y la mirada desenfocada, pero luego noté que había sido estúpido estarlo, estás a la altura de la situación y verdaderamente te agradezco por ayudarme, habría sido mucho más difícil, sino imposible, hacerlo sola —comentó en un tono sencillo.

UNA ETERNIDAD SIN GUERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora