LA HOJA SEDIENTA DE SANGRE

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Mientras la diosa y su nueva aliada volaban a lomos de Marte, Atenea trataba de hallar la forma más adecuada de obtener el icor de Zeus, temía que su padre a sabiendas de sus planes les hubiera advertido a los cíclopes, no tener la certeza de si lo había hecho o no, la tenía entre la espada y la pared, de saber que los cíclopes no estaban al tanto de las situación, tal vez podría actuar con cordialidad y obtener el icor de algún modo engañoso, sin embargo era una jugada arriesgada, si los cíclopes estaban al tanto y veían que la diosa intentaba engañarlos, podrían comportarse de forma brusca o incluso intentar tenderle una trampa. 

Los cíclopes eran seres coléricos y malhumorados, quizá su comportamiento se debía a la trágica historia vivida por estos seres, la misma se remontaba a tiempos primordiales y estaba plagada de sórdidas mentiras. De la unión de la tierra, Gea, y el cielo, Urano, habían surgido dos estirpes, los titanes y los cíclopes, estos últimos tenían una considerable fuerza y un gran dominio del arte y la creación de artefactos, eran artesanos por naturaleza, de hecho por los cíclopes habían llegado los primeros objetos valiosos y útiles para la guerra, el transporte y la joyería, todas estas cualidades hicieron que los titanes y sobre todo el titán primordial, Urano, los viera con recelo y finalmente los encerrara en el Tártaro, pero esto no fue permanente, la larga vida de una deidad, fuera titán o dios olímpico, siempre se veía marcada por un ascenso y una caída urdida en la traición, la descendencia de Urano había crecido y se le reveló una peligrosa profecía que indicaba el fin de su era a causa de sus hijos, adueñado por el miedo de ser derrocado por sus propios hijos, los titanes, comenzó a atentar contra ellos, sin embargo Gea no estaba dispuesta esto, por lo que junto con Crono, su hijo menor, liberaron a los cíclopes y acabaron con el dominio de Urano. Sin embargo, la confianza de Crono se debilitó a una velocidad vertiginosa y su corazón también se vio turbado por la ambición y el miedo, por lo que los confinó nuevamente al Tártaro del que salieron finalmente por la mano de Zeus, quien no volvió a aprisionarlos, esto hizo que los cíclopes se volvieran muy leales al dios de dioses, y precisamente por este motivo, Atenea temía lo que pudiera pasar.

 La diosa tenía la certeza de que su padre no los había aprisionado por una sola cosa, su padre también era ambicioso y eso no lo ponía en duda, tampoco estaba intentando atribuirle maldad, sin embargo no había conocido muchos seres verdaderamente desinteresados, las virtudes eran difíciles de conseguir y en cambio los vicios entraban sin pedir permiso. Los cíclopes seguían en libertad porque de esta forma le eran más útiles a Zeus, en buena parte su victoria en la Titanomaquia se debía a los objetos que los cíclopes les habían brindado, el poderoso rayo a quien sería el dios de los cielos, el casco de invisibilidad al amo de la tinieblas del Hades y el tridente al señor de los mares. Atenea sabía que ese era la única razón de Zeus, sacar partido de estos invaluables aliados. 

Muy a su pesar, tenía la certeza de que solo les daba libertad por pura conveniencia, ya que había visto como actuaba Zeus, le hubiera gustado conservar aún un poco de ingenuidad, pero esto era imposible, y más cuando había vivido en carne propia las maquinaciones de su padre, jugarretas por las cuales lo había conocido realmente, prisiones eternas y castigo tortuosos, eran claramente un ícono del dios. La diosa no quería recordar todo lo que había pasado antes de llegar al Olimpo, era consciente de que tarde o temprano las imágenes se agolparían en su mente nublando su juicio, pero lo retrasaría cuanto pudiera al igual que había hecho en otras ocasiones. Ahora debía enfocarse en guiar a Marte por el camino adecuado y evaluar la opción más conveniente para obtener lo que buscaba. 

Si engañar a los cíclopes todavía no terminaba de convencerla, sus otras ideas le parecían de los más alocadas, sin embargo no se perdía nada por evaluarlas, al fin y al cabo sería mejor que simplemente entrar a Hesperia sin planes. Otra posibilidad  que se planteaba, era mantener la discreción y esperar a que el sol se ocultara, bajo el resguardo de la noche quizá podrían atravesar los sólidos y altos muros de la isla y si nadie lo notaba podrían buscar y tomar el icor sin problemas, era un plan arriesgado y quizá involucraría enfrentamientos teniendo en cuenta que la posibilidad de no ser vistas era escasa o nula. Además tampoco sabía donde o quien guardaba el icor, finalmente la otra opción era decirles la verdad, pero esto tenía pocas oportunidades de surtir efecto y aunque no lo pareciera podría ser lo más perjudicial para los cíclopes, porque sería una insubordinación directa contra Zeus. La diosa sabía que los otros seres tendían a sentirse atraídos por sus palabras, quizá fuera un don de su naturaleza, y aunque le resultaba tentadora su última idea, pues seguramente no les causaría problemas ni se verían envueltas en un enfrentamiento, no quería salir ilesa a costa de los cíclopes que en definitiva estaban al margen de todo conflicto que tuviera con su padre. No sería justo y tampoco era su estilo.

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