◇◆◇ TRECE ◇◆◇

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-Emm... no- el color se me subió al rostro al haber sido descubierto en mi análisis visual de aquella maravilla que era su rostro.

Después de un silencio incómodo, en el acomodo de ideas, nuevas sensaciones y miles de cosas que hacían que mi estómago se moviera, una luz llegó a mi razón y pudo conectar con mi lengua y hacer salir mi voz.

-Amm... me decías que Yedam había aceptado. ¿Cuándo sería? -dije.

-Bueno, si quieres, mañana mismo- comentó animado.

-Mañana... ¿Pero qué tal si le dan a Haruto el trabajo?

-Buen punto, entonces sería quizá hasta el domingo- reflexionó.

-No falta mucho, de todas formas- dije sabiendo que mañana era viernes.

El mozo llegó y colocó los platos delante de nosotros. El olor a la salsa de la lagsaña se adentró en mi nariz y mis tripas rugieron. La sonrisa de JunKyu apareció fugaz en sus labios y el rubor tímido en mis mejillas.

Mientras comíamos saqué varias fotografías del lugar y justamente como la vez anterior, el rostro de JunKyu apareció furtivo entre algunas. No sabía qué pasaba, no sabía por qué cada vez que JunKyu hablaba me maravillaba tanto, no sabía tampoco por qué cuando me miraba algo se removía en mi estómago, ni tampoco sabía por qué cuando mencionaba mi nombre me sentía especial. Eso me obligó a pensar en Haruto y sin saber tampoco por qué, me sentí culpable de pronto.

Todos mis intentos por hacer que él no pagara mi comida fueron en vano.

-Soy un caballero- terminó por decir y antes de que yo le refutara algo tendió el dinero sobre la mesa.

Me llevó de regreso hasta el departamento de Haruto, mientras que la fierecilla rogaba encontrar alguna manera de extender el tiempo y si era posible hacerlo parar. Aquello me daba miedo, porque yo también lo deseé.

Cuando llegamos, él subió conmigo encaminando sus pasos junto con los míos.

-Espero que a Haruto le hayan dado el trabajo - musité mientras que mis pies medio cansados, subían desganados los escalones del edificio.

-Yo también. Sueña con eso desde hace tiempo - concordó.

-Exacto, sé que lo haría bastante feliz estar dedicando su tiempo a algo que le gusta bastante hacer- sonreí.

Abrí el departamento y oí el chasquido de la llave al quitar el seguro, entonces JunKyu siguió mis pasos y se adentró también. Una rara combinación entre la extrañeza y la emoción creció repentinamente en mi fuero interno.

Me le quedé mirando cuando cerró la puerta.

-Son las tres treinta, seguro que le dieron el empleo- dijo observando el reloj que colgaba de la pared.

-¿Tú crees?- pregunté mientras sentía a la fierecilla celebrar de emoción y no precisamente por una buena razón.

-Sí, ¿te molesta si lo espero?- preguntó jugando con una manzana que había tomado de algún lugar en la cocina.

-No, por supuesto que no, siéntate.

La fiera celebró aún más, el tiempo con JunKyu se me había expandido, al menos hasta que Haruto llegara. Esa última idea no le agradó del todo a la fierecilla.

El día terminó, Haruto había llegado pasadas de las cinco de la tarde anunciando jovialmente su nuevo empleo y JunKyu luego de tres horas se había marchado. Ahora yo me encontraba recostado en la cama, mirando el techo de nuevo, como en la noche anterior; haciendo un análisis del día trascurrido y trayendo a mi mente aquel perfecto rostro, maravillándome al recordarlo.

Rebusqué entre las amarillas hojas de aquel grueso libro de anuncios un buen laboratorio para imprimir las fotos que había tomado ayer

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Rebusqué entre las amarillas hojas de aquel grueso libro de anuncios un buen laboratorio para imprimir las fotos que había tomado ayer. Haruto había partido temprano a su empleo y llegaría tarde, así que tenía que buscar alguna manera de pasar el rato.

Refunfuñé para mis adentros por no entender nada de lo que me mostraba el libro y me pregunté entonces cómo podría encontrar el laboratorio si ni sabía siquiera leer el anuncio.

Definitivamente tenía que aprender italiano. Aquella idea me hizo pensar en JunKyu y reí como tonto al recordarle. Pero eso abrió paso una pregunta que me hizo fruncir el ceño... ¿Por qué?

Sin embargo, no era tan tonto como para no entender absolutamente nada de ese anuncio, me ubiqué un poco al distinguir las imágenes y garabateé la dirección en un papel de aquel lugar que parecía ser lo que yo buscaba.

Salí del departamento con la dirección en mente que afortunadamente había encontrado en la guía, mientras trataba de acomodar mi cámara fotográfica en el estuche color verde olivo que cruzaba por mi pecho. Mis pies siguieron caminando entre tanto que intentaba introducir toda la cámara y de pronto mi andar se vio interrumpido al chocar con otro cuerpo.

-¡Lo siento!- dijimos ambos al unisón.

✨ 𝕸𝖆𝖓𝖚𝖆𝖑 𝖉𝖊 𝖑𝖔 𝖕𝖗𝖔𝖍𝖎𝖇𝖎𝖉𝖔 | MashiKyu✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora