Capítulo 2

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La mujer que acababa de sentarse en la silla del escritorio principal alzó la mirada.

Los ojos negros de la secretaria recorrieron descarados a Christian. Perfecto Dios griego, podría hacer mojar la braga de cualquier mujer con solo mirarlo.

Una musculosa negra, ajustada, que dejaba ver los músculos del brazo y daba a imaginar que abdomen tendría. Unos pantalones del mismo color, no eran estrechos. Y unas botas militares.

La secretaria se movió en su asiento, era un hombre excitante. Lo miró a los ojos, intentando recuperar la compostura.

—Hola, ¿lo puedo ayudar en algo?

—Ajá —dijo con un tono vacilante al notar el efecto que había causado en la chica. —Quiero hora con la señorita Steele. Necesito urgentemente que me trate la espalda —la secretaria miró la agenda.

—Bueno, ¿para cuando lo quiere?

—Para ahora mismo —la mujer abrió algo los ojos.

—Oh, creo que para esta hora... —recorrió con su dedo la agenda. —Sí, está libre.

—¿Entonces, puedo pasar ya? —dijo con una esplendida sonrisa que término de aturdir a la chica.

—Si, claro, claro —dijo hundiendo los ojos en los labios de Christian.

—Gracias.

Disimuladamente, colocó una micro cámara en la parte posterior de la mesa de la secretaria.

Luego, se dirigió a la puerta donde decía "Espere su turno". Entró sin avisar, sabiendo que aún era observado por la rubia secretaria.

—Madre mía —susurró observando la espalda y el trasero de Grey.

Anastasia no se dio cuenta de que alguien había entrado en la clínica. Ya que a esta hora no venía prácticamente nadie. Así que se había dispuesto a cambiarse.

Christian se encontró en un pasillo, no muy largo. Dedujo que era la primera puerta a la derecha.

"Dra. Steel". Christian entró sin picar a la puerta. Se encontró con la mujer de antes, ahora sólo en ropa interior.

Anastasia se giró, sobresaltada y Christian no pudo evitar quedarse mirándola.

Unas curvas perfectamente hechas para que él pasará la lengua, pechos firmes, enfundados en un sujetador gris, del mismo color que las bragas, que dejaba a la vista unas buenas nalgas. Anastasia se cubrió con su bata.

—¿Piensa quedarse mirándome todo el día como un baboso? —le espetó Anastasia enojada y sonrojadisima.

Christian se rio. Además con buen carácter, eso lo excitaba.

[...]

Anastasia era buenísima. Al menos con su trabajo.

Había conseguido que se excitara con tan solo un masaje en la espalda. Nunca le había pasado algo así.

Christian salió del centro de masajes después de colocar una que otra cámara en lugares claves.

Fue hacia el café en el que había quedado con Elena. Entró y se pidió una cerveza bien fría. Dejó su chaqueta al lado de la butaca del bar mientras que esperaba que llegará la camarera o Elena. Así como él y muchos más la llamaban en el trabajo.

—Hola cielo —alzó la vista del periódico.

Aquella rubia despampanante era el centro de miradas ahora. Se sentó frente a él. —¿Hace mucho que me esperas?

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