Capítulo XXIV

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Sus pies se balanceaban en el aire, aquel aire se sentía tan puro en sus pulmones que casi le podría dar arcadas. La pureza era algo de lo que ya no quería escuchar, incluso si le ayudaba a alargar su vida.

Desde ese lugar podía ver los hogares de cientos de personas que en algún momento rogarían por su salvación igual que él lo haría. Al extender sus manos, esas casas eran más pequeñas que las puntas de sus dedos. Si tuviera la fuerza, podría acabarlas en un abrir y cerrar de ojos. Pensó que así se debía sentir ser una deidad que admiraba su creación y se regocijaba del poder que tenía en él, quizá los dioses en el Olimpo se sentaban al igual que él, en la orilla de una montaña, para observar a los mortales. Le gusto pensar que era un dios con algún poder, y que con un chasquido de dedos podría quemar todas esas casas.

Chasqueo sus dedos sin obtener ningún resultado que se asemejase a sus fantasías.

Alguien se sentó a su lado y balanceo los pies al compás de los de él, interrumpiendo sus pensamientos. Al voltear, la sonrisa expectante de Eunha le saludaba.

—¿Qué haces aquí? —preguntó ella. Luchaba con sus manos para mantener su cabello en su lugar por culpa del viento—. Pensé que odiabas el ejercicio. Subir una montaña no es algo que parezca disfrutarías hacer.

—No lo es, quería dormir todo el día. Me levanté a la hora del almuerzo, NamJoon me sacó de la cama, me puso en las rodillas el libro de su abuela y dijo que no sabía que acá había un mirador hasta que lo leyó ahí.

—Entonces ya llegó, ¿ya te sientes mejor?

—Ayer me sentía en el cielo, ahora me siento de vuelta en la tierra —dijo, consciente de la ironía de literalmente tener los pies colgando en el aire.

­—Pero no entendí, ¿cómo que te despertó? ¿Estaba en tu casa?

—No, yo estaba en la suya.

—¿Y dónde duermes?

—Con él.

—¡Oh! —Ella no se esforzó en esconder su asombro y un pequeño tono de desaprobación—. Pero, ¡¿estás loco?!

—Lo suficientemente como para subir esta montaña solo porque él quería venir.

—Por favor, no es tan grande, si estás de verdad en muy mala forma la subes en máximo una hora.

—¿En serio? Demoramos menos de media hora, y yo que creía que estaba en mala forma.

­—Bueno, en realidad parece que te pasó una aplanadora encima, ¿te seguiste metiendo en peleas?

—¿Se puede llamar pelea si no puedo responder a los golpes?

—¿Y por qué no respondes a los golpes?

—Nunca le he pegado a nadie, no sé cómo hacerlo —rio avergonzado—. Sería un fracaso.

—Pero si es fácil, solo cierras el puño y golpeas —explico golpeando el aire con su mano—. ¡No te dejes!

Jin guardó silencio, sabía que se tenía que defender, pero no tenía la fuerzas ni el suficiente interés en hacerlo.

—¿Me estás escuchando? —empezó a decir Eunha—. Oye, ¿estás...?

Se detuvo a media frase al pensar que la pregunta era estúpida, claramente él no se encontraba bien. Sin embargo, él quería que preguntará porque así tendría una excusa para desahogarse. Ella era la única persona a la que era capaz de decirle sin tapujos que no estaba bien. Comunicar sus sentimientos parecía tonto, y mientras cercana era una persona a él, más difícil era. Por eso, con Eunha desahogarse era fácil. Ella no era demasiado cercana, pero era su amiga.

Heaven hates you, but I love you  • NamJin •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora