Capítulo XXV

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Perdió algo que no se podría recuperar nunca.

Solo seguía perdiendo cosas, en lugar de ganar algo.

Al abrir los ojos esa mañana en una casa que no era la suya, solo quiso volver a dormir porque estar despierto significaba tener que luchar por mantenerse vivo.

Había llegado a la casa de Eunha abrazando un conejo de peluche, con una maleta en la espalda y con la cara hinchada que delataba que había estado llorado. Eunha lo recibió confusa, junto con sus padres que le dieron un café y le dijeron que podía quedarse en el cuarto de huéspedes cuando Eunha les hubo explicado que Jin estaba en una situación complicada, sin ahondar en los detalles.

—No pensé que reaccionarían tan mal —habló Jin mientras Eunha organizaba el cuarto en el que se iba a quedar y él se tomaba el café sentado en el suelo—. No, ¿sabes qué? Claro que lo pensé, solo tenía esperanza de que mi miedo fuera injustificado. Ahora cada que me vean me van a querer pegar con una biblia.

—Está muy mal todo lo que me estás diciendo que hicieran. "Ojalá se mueran", ¿¡qué rayos le pasa?! ¡Perdona, pero tu mamá es la que se merece que le golpeen con la Biblia! ¡No entendió nada de lo que está escrito ahí!

—Al parecer prefirió enfocarse en unas cosas, e ignorar otras.

—Y aparte te pegó.

—Solo fueron cachetadas.

—Mis papás nunca harían eso.

—¡Claro que lo harían! ¡Son iguales a mis papás! —estalló él dejando la taza a un lado sin miedo a que se rompiera—. ¡Tienen tan metida su religiosidad en la cabeza que no les importa nada!

—Estás equivocado, mis papás no son como los tuyos —observó ella ofendida—. No te proyectes en mí.

—Ah, ¿sí? Ve y diles que te gustan las mujeres a ver si reaccionan tan bien.

—¡Papá! —gritó ella al instante sin miedo, mirando hacía la puerta—. ¿Si te digo que tengo novia qué harías?

Hubo un silencio por un rato, Jin estaba seguro de que le diría que dijera estupideces o que la echaría de la casa.

—¿¡Pues qué voy a hacer!? —escuchó la voz de su padre a lo lejos—. ¡Nada! ¡Decirte que me la presentes!

Su mamá se asomó curiosa por aquella conversación. Su hija le hizo la misma pregunta.

—Supongo que sería difícil, pero eres mi hija y te quiero, es tu decisión.

Jin quiso decir que no era una decisión, pero, aunque no fuera del todo acertada esa respuesta, seguía significando comprensión y cariño. Y que reconfortantes hubieran sido esas palabras en boca de sus padres.

—Ok, acabas de demostrarme que los únicos papás horribles son los míos —se lamentó—. Gran ayuda.

—No es eso, es solo que no quieres que pienses que alguien solo por tener una religión va a estar en contra de ti.

—Pero tú sigues creyendo que debería cambiar.

—No puedo hacerte cambiar, y lo que yo piense no tendría que afectarte porque yo no me pienso meter en tu vida.

—¿No se supone que es tu deber tratar de compartir la verdad?

—Ag, ¿cuál verdad? ¿De qué hablas? ¿Por qué quieres que te lleve la contraria? ¿Acaso te arrepientes y quieres que alguien te ayude a volver al camino que es? ¡Yo no lo voy a hacer! No te voy a poner videos de personas diciendo que no puedes seguir a Dios y ser homosexual al mismo tiempo. No te llevaré a la iglesia para que te confieses, ni te voy a citar todos los versículos que ya conoces. ¿Por qué quieres que te trate mal?

Heaven hates you, but I love you  • NamJin •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora