XI

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Pasó suavemente un paño húmedo por la frente de él, y luego se sentó en el sillón de al lado, retomando la lectura de su libro, mientras tomaba una taza de té.

Le había avisado a su madre que no volvería temprano a la casa, y ya llevaba varias horas en la casa de Beraelt.

El rubio se había dormido luego de balbucear algunas cosas sin sentido, cediendo finalmente al sueño. Pero, Giselle había notado que tenía fiebre, por lo que había optado quedarse con él hasta que mejorara, o despertara.

Lo escuchó quejarse, y al girar su rostro, vio que Beraelt estaba frunciendo el ceño.

—Creo que finalmente ha despertado, señor Athana.

—¿Giselle? —gruñó llevándose una mano a los ojos, para cubrirlos.

—¿Cómo se siente? Iba a irme luego de que se durmiera, pero levantó temperatura. No soy médica, pero creo que debería darle un respiro a su cuerpo... Deje de consumir esas sustancias.

—Estoy bien, no fue nada —le dijo masajeándose la frente y el rostro suavemente.

—Mi padre decía lo mismo, y créame cuando lo digo que perdió más que la salud.

—De acuerdo, gracias por el consejo, y "cuidarme", supongo. Ahora me gustaría estar solo.

Giselle lo miró por un momento, y él seguía cubriéndose los ojos. Quizás tenía migraña.

—¿Quiere qué le prepare algo?

—No, quiero estar solo.

—Está bien, que tenga buenas noches, señor Athana.

—Igual, niña.

***

—Hola, ¿Cómo estás?

"—Ocupado, la verdad que no es un buen momento para hablar ahora."

—Creí que por las noches tenías tiempo libre.

"—Sí, y es por eso que quería distraerme un poco."

La jovencita miró las fotos que tenía en su ordenador, y asintió con la cabeza.

—Está bien.

"—Sabes que te amo, si puedo te llamo luego."

—Preferiría verte.

"—Pero sabes que es imposible que vaya a tu casa. Giselle, debo irme. Luego hablamos."

La jovencita dejó su celular sobre la cama, y luego continuó mirando las fotos... Qué extraño era amar a veces.

***

Puso un sartén al fuego, y luego buscó unos huevos en su refrigerador, antes de echar unos tres, y prepararlos revueltos.

Aún tenía dolor de cabeza, y la luz le molestaba un poco, pero era soportable a esa hora de la noche. Beraelt ya estaba acostumbrado a eso, después de todo.

Luego de la fecha del fallecimiento, él recaía de la peor manera en los vicios, y luego salía solo también.

Se sentó para cenar, y mientras miraba su vaso de jugo, pensó en la idea de volver a Eritma. Hacía tiempo no estaba con una mujer, y también no visitaba a su familia.

Necesitaba a alguien que lograra distraerlo un poco, con quién hablar de algo que no fuera sobre su trabajo o carrera.

Necesitaba compañía, no iba a negarlo, se sentía muy solo. Ya estaba cansado de que todos los miraran con admiración, como si él fuera un tipo inalcanzable, con quién fuera imposible de mantener una conversación normal.

Simplemente, las personas lo buscaban por su trabajo. Para que ayudara en alguna investigación, o simplemente entrevistarlo, repitiendo una y otra vez, la misma mierda sobre su patética vida.

...

No me dejesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora