LVI

6.6K 759 102
                                    

—Entonces, somos nosotras dos contra el mundo —sonrió mirando a su bebita, que también la estaba observando, sonriendo—. Mamá no puede entender cómo pudo tener una niñita tan hermosa, tan perfecta.

Le dio un beso en la frente, y luego otro en la punta de la nariz.

—Yo jamás te dejaré, hijita, si tengo que pelear con uñas y garras por ti, lo haré. Antes de que te hagan daño... No sé de lo que sería capaz de hacer.

Ya la pequeña había comido, pero aún seguía despierta. Era obvio que no tenía sueño y no dormiría pronto.

Escuchó que tocaban la puerta, y la tomó en brazos, yendo ambas a abrirla, encontrándose con Zhanda del otro lado.

—¿Qué quieres?

—Pedirte disculpas por lo hoy. Yo... Estaba aún bajo los efectos de eso, y bueno... Dije estupideces —pronunció bajo.

Giselle lo miró a los ojos, seria. Al parecer, ya se le habían pasado los efecto de la sustancia. Sus ojos no estaban rojos, y las pupilas dilatadas.

Sin contar con que se había bañado, y ya no olía a esa porquería.

—Pasa —le dijo haciéndose a un lado.

—Gracias.

Fueron hasta la sala, y Giselle le dio a Sunny, viendo cómo la bebé lo miraba fijo.

—Te extraño mucho cuando no te veo, hija —susurró abrazándola—. Papá te extraña mucho.

Giselle desvió la mirada, y fue a la cocina a preparar algo de té.

Zhanda se sentó en el sillón, y apoyó a la niña en sus muslos.

—Últimamente estoy cometiendo muchas estupideces, Sunny, pero te amo. Si tu mamá me hubiera dicho que estaba embarazada, las cosas hubiesen sido diferentes.

Él quizás ni se hubiera casado con Deismy en primer lugar. Hubiese buscado la forma... De estar con Giselle, de conquistarla.

Giselle volvió unos minutos después, con dos tazas de té humeante.

—Ten, quizás te sirva un poco para el dolor de cabeza.

—¿Cómo lo sabes?

—Conozco los efectos de esas porquerías que consumiste.

—A veces me sorprende que sepas este tipo de cosas —sonrió dándole a la niña, para tomar su taza.

—¿Por qué? ¿Crees que soy estúpida? Quizás tu mujer sabe cómo drogarte, Zhanda, pero yo también sé cómo contrarresta la efectos de esas drogas —le dijo llevando a la niña al coche, para acercarla a ella.

—¿Y cómo sabes esas cosas? —le preguntó tomando una cucharada de miel—. ¿Tu padre te enseñó?

—No, de hecho fue Erit. Tu mamá me enseñó, para ayudarte cuando te pasaras de la raya —le dijo con simpleza.

—¿M-Mi mamá?

—Sí, estaba tan preocupada por ti, que recurrí a ella para poder ayudarte.

Zhanda miró hacia abajo, sintiendo un vacío en el pecho.

—¿Recuerdas lo qué me dijiste mientras hacíamos el amor?

Giselle miró a su hija, incómoda.

—Zhanda.

—No importa que tan enojada esté contigo, siempre voy a estar para ti. Porque me importas de verdad.

—Zhanda, te casaste, te uniste a una mujer, no sé porque me dices estas cosas ahora.

—Le prometí a Kanat'ma no volver a consumir, y le fallé a su palabra. Me siento muy mal conmigo mismo —le dijo con angustia.

—Pídele perdón y fuerzas para no hacerlo de nuevo.

Él negó con la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta.

—Tú eras como mi cable a tierra, tú me hacías pensar con claridad, y ahora... Necesito tanto que me abraces.

—Zhanda, tienes mujer, ve con-

—Sólo quiero que me abraces —la interrumpió—. Sólo eso te pido, por favor.

La castaña se puso de pie, y se acercó a él, sintiendo lo abrumado que estaba. Y antes de poder hacerlo, él se abrazó a la cintura de ella, con fuerza, haciéndola perder el equilibrio.

—Tu aroma me trae paz, junto a su Sunny, son lo más puro y sano que tengo en la vida.

Ella se quedó inmóvil, sin corresponder a su abrazo.

—Sólo Sunny, Zhanda. Nosotros ya no somos nada... Nunca lo fuimos.

Los ojos de él se aguaron, y negó con la cabeza, sin soltarla.

—Sí fuiste mía, y nuestra hija es la prueba de ello.

...

No me dejesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora