XX

6.1K 707 44
                                    

—¿Te sientes mejor?

—Sí, un poco torpe aún, pero estoy mejor —le dijo llegando a la cocina, luego de haberse dado un baño.

—Te preparé un té.

—Gracias —pronunció sentándose frente a ella—. ¿Cuándo aprendiste a hablar malapeptita? No es un idioma que se conozca en Kanat'ma. Es más, es una lengua casi muerta en la isla.

—Estuve investigando cuando tú te fuiste, y aprendí un poco.

Él le dio un sorbo a su té, e intentó no hacer una mueca de asco... Esa niña no sabía hacer un simple té.

—¿Y tu ex? ¿Sigue molestándote?

—A veces suele enviarme algún que otro mensaje. Ahora quiere que seamos amigos. Yo le dije que estaba bien, pero creo que en realidad busca otra cosa.

—Es increíble lo intensa que se vuelve una persona cuando pierde algo.

—Ni yo lo entiendo, señor Athana.

Rodó los ojos al escuchar que volvía a tratarlo de usted.

—Ya, Giselle, veníamos bien. Deja de tratarme de usted.

—Sólo si puedo llamarte por tu nombre real.

El rubio suspiró y asintió con la cabeza, antes de volver a intentar darle un sorbo. Pero es que sabía tan mal.

—¿Qué tiene? ¿Está frío?... ¿Sabe mal?

—Ah, no, no, sólo... Le hace falta miel —le dijo con una leve sonrisa, poniéndose de pie para buscar el frasco de miel.

Ese maldito té le causaría gastritis, estaba muy fuerte.

—¿Quieres que te prepare otro?

—No, no, me tomaré éste, gracias Giselle.

—Estaba feo, ¿Verdad?

Él se giró para mirarla, y luego sonrió resignado.

—No me gusta mentir, así que sí, jamás probé un té tan horrible.

Giselle sonrió apenada, negando con la cabeza.

—Lo siento, no sabía cómo se preparaban esas hierbas que guardas en la alacena.

—¿Qué hierbas?

—Unas que habían en tu alacena, en esa gaveta —le dijo señalando el cajón.

Beraelt abrió dónde le dijo, y sacó un saco de tela, mirándola desconcertado.

—¿Hiciste un té con esto?

—Sí ¿Por qué?

—Dios, niña —rio dándose una palmada en el rostro.

—¿Q-Qué es? —le preguntó con temor.

—Pues, viendo lo que tú ya llevas tomando, de seguro tendrás alucinaciones. Pero descuida, no verás monstruos o algo así.

—¡¿Eran drogas?! —exclamó alarmada.

—Nop, pero algunos las usan de ese modo. Son de uso medicinal en la medida correcta.

—Ay, no, no puede ser. Mí padre estará furioso.

—Tranquila, como en dos horas estarás bien.

—¡Pero no puedo ir a mí casa así!

—Pues quédate aquí —sonrió—. No voy a aprovecharme de ti, si hubiese querido hacerlo, lo hubiese hecho cuando te quedaste dormida la otra noche.

***

La observó dormir, ya que eso había sido lo más aconsejable para que no pasara por los efectos de la hierba, y le acarició suavemente la frente, sonriendo.

Su expresión al ver qué él quemaba varias hierbas, no se la olvidaría jamás. Pero el humo que desprendían, era necesario para que ella pudiera dormir tranquila.

Al parecer, la señorita Paris era muy temerosa del uso de "drogas"... Ya se encargaría de averiguar sobre su vida, para conocer mejor de dónde venía.

...

No me dejesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora