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—Deberías ir a un médico, y lo sabes.

—Estoy bien —le dijo fumando, antes de servirse un nuevo vaso de alcohol.

—¿Cuántas botellas llevas ya?

—¿Diez? No lo sé, perdí la cuenta ésta mañana, luego de dormirme y despertarme con sed —sonrió.

—¿Has estado bebiendo desde anoche?

Se tomó el contenido del vaso de una sola vez, y luego negó con la cabeza, antes de servirse nuevamente.

—No, desde ayer a la tarde.

—¿Qué quieres conseguir, Zhanda?

—No me llames así —gruñó con rabia, apretando sus dedos alrededor del vaso.

—¿Qué quieres conseguir entonces? ¿Morirte por mezclar tanta mierda?

—Tener paz ¿Puedes irte, Blet? Gracias por cuidar mi casa, pero ya puedo hacerlo solo.

—Esto que estás haciendo, no te lleva a nada.

—Como sea —rodó los ojos, antes de darle una profunda calada a su cigarro.

***

Tocó el timbre, esperó a que él le abriera el portón, y luego entró a la casa, mirando curiosa que estaba todo en penumbras.

—¿Señor Athana? Su amigo Blet me informó anoche que usted regresó. Yo quería disculparme por lo que pasó aquella vez. ¿Está aquí?

—En la sala —pronunció arrastrando las palabras.

Giselle frunció el ceño y caminó hasta allí, encontrando al rubio acostado en el sofá, con los ojos cerrados. Habían varias botellas vacías a su alrededor, y una volcada sobre la mesa y la alfombra.

—¿N-Necesita ayuda?

—No, estoy perfecto —pronunció arrastrando la lengua.

—Quería disculparme, no sabía que era una fecha especial para usted.

El rubio abrió los ojos, y su vista borrosa quedó contra la pared.

—Cuando me vio, dijo que el sol había llegado a su casa, que tenía un brillo especial. Qué haría grandes cosas. Creyó que sería un hombre ejemplar, y mírame, ni pararme puedo —rio, antes de cubrirse el rostro—. Ella debe estar tan decepcionada de mí.

—¿Por qué hace esto?

—A veces, puedo verla, escucharla, sentirla —murmuró cerrando los ojos—. Su recuerdo se hace presente, su aroma me acompaña, y es como si no se hubiera ido jamás.

Una sonrisa rota se dibujo en sus labios, y luego se acurrucó en el sofá, dándole la espalda a ella.

—Zhanda, busca tu felicidad, deja de hacer cosas que te alejan de tu verdadero yo. Mi rayito de sol, te estás perdiendo, éste no eres tú. ¿Es que realmente eres feliz de este modo? ¿Con esta vida? —pronunció en un tono quebrado—. Has perdido al niño que había en ti, y no por volverte adulto, sino por alejarte de Kanat'ma.

Ella se sentó a su lado, sin saber que hacer, comprendiendo que quizás aquello, era algo que su abuela le había dicho.

—Mamá tenía razón, me alejé de todo, ya no soy esa persona que ella amó, que conoció, ya no soy nada.

—Es un excelente médico, un ejemplo para muchas personas, un-

—Háblales de lo que hago cuando nadie me ve, y luego dime si piensan lo mismo.

—No haría eso, y cómo cualquier otra persona, necesita ayuda.

—Claro.

—¿Hay algo qué pueda hacer para ayudarlo?

—No, hace mucho tiempo que estoy perdido —murmuró.

...

No me dejesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora