XXXVII

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—¿Una tienda de herboristería?

—Sí, no quiero trabajar de médico, ni nada, quiero volver a conectarme con Kanat'ma, y ayudar a las personas de ese modo. Hay tanto que los kanatitas no conocen o han olvidado.

—De acuerdo ¿En donde te gustaría poner la tienda, Zhanda? —preguntó curioso Blet.

—En medio del centro de Kanat'ma, para que todos puedan venir cuando lo necesiten.

—Mm, okay, veré si puedo conseguirte un lugar allí —le dijo pensativo.

—Y si no puede ser en pleno centro, que sea lo más cercano a él. Hablaré con mis padres, sé que mi madre puede ayudarme a conseguir todo lo que necesito.

—Me parece fantástico que quieras volver a trabajar —sonrió el muchacho—. No es bueno pasarse la vida encerrado.

—Sí, lo sé —murmuró.

***

Había extrañado tanto estar con su abuela, poder hablar con ella, probar sus deliciosos postres y comidas. Y ahora, que ella pudiera enseñarle a cocinar también.

—Abuela, tú fuiste la única que creyó en mi papá ¿Por qué? —le inquirió curiosa, mientras le ayudaba a cortar verduras, para una caldo.

—Cariño, a veces las personas están tan solas, que lo único que necesitan para cambiar, es sólo un empujoncito, un voto de confianza, alguien que pueda creer en ellos, y se lo hagan saber. Tu papá tenía muchos problemas, todos derivados de su adicción y la triste vida que había tenido en su infancia y adolescencia, pero no por eso era un mal muchacho.

Giselle se mordió el labio, y luego tomó un trozo de calabaza.

—Y... ¿Crees qué una persona adicta puede cambiar? Independientemente de la vida que haya tenido de niño. Porque, hay algunos que han tenido una buena vida, pero de todos modos caen en el consumo de sustancias tóxicas.

Su abuela la observó, y luego sonrió, buscando una cacerola. Esa niña, era igual a Charlize a su edad.

—Bueno, cariño, a veces situaciones muy difíciles, agobiantes o estresantes, llevan a las personas débiles a buscar refugio en las drogas.

—¿Y crees que pueden cambiar?

—Giselle, las personas cambian si quieren hacerlo, si tienen la fuerza y el apoyo necesario para lograrlo.

—Abuela, a veces creo que le tienes mucha fé a las personas con problemas.

—Y tú quizás mucho prejuicio, Gisse. A veces, no necesitan que los juzgues, sino que lo comprendas.

***

"—Hijo, es maravilloso lo que quieres hacer. Tu padre y yo juntaremos todo lo que necesitas, y te lo llevaremos cuánto antes."

—Gracias, ma.

"—¿Cómo te sientes, cariño? ¿Estás bien?"

—Sí ¿Por qué lo preguntas?

"—Por tu tono de voz, sé que algo no está bien."

—Quizás cuando vengas, te cuente, pero no es nada... Importante —pronunció bajo—. No te preocupes, estoy bien.

"—Zhanda, sabes que puedes hablar conmigo de lo que seas. No importa que hayas hecho o que haya pasado, yo jamás te juzgaría."

—El problema es sentir, ma. Los sentimientos siempre son un problema.

"—¿Qué tipo de sentimientos?"

—Soy de Eritma, no debería enamorarme o sentir ese tipo de cosas

"—Zhanda, eres humano, y por el simple hecho de serlo, amas."

—Te recuerdo, mamá, que nosotros no hacíamos, ni sentíamos, este tipo de cosas antes de que los humanos llegaran.

"—Hijo, el amor siempre existió, sólo que antes, no todos los kanatitas estaban dispuestos a aceptarlo, o encontraban a la pareja indicada."

Zhanda rodó los ojos, asistiendo con la cabeza.

—Claro, ma.

...

No me dejesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora