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Melissa:

"A las 8"

Su mensaje es simple y es una orden, típica de Omar Callahan.

Lo leo más de una vez y una sonrisa se mantiene en mi rostro, esa noche antes de salir paso la tarde con mi hermano y para cuando llega Alba, subo a elegir un vestido.

Hablamos de Omar Callahan después de todo, si vamos a cenar sé a qué clase de restaurante me llevara.

Y después..

Después me encargare yo.

Escojo un vestido negro de tela perforada, corto por los muslos y quizás lo enfade o lo excite, espero lo segundo.

Hago una mueca mientras elijo que braga usar y una sonrisa crece en mis labios con un último pensamiento.

Salgo de la casa y tomo un taxi directo al edificio de Boss Cosmetic, tomo el ascensor y espero paciente mientras me observo el maquillaje que use con sus mismos cosméticos de regalo.

Llego al piso de Omar y paso de largo hasta llegar a su oficina, saludo a Pablo, el secretario de mi jefe y golpeo la puerta.

Omar me abre enseguida, esta al teléfono y se queda sin habla al verme, sus ojos me recorren de pies a cabeza y yo no dejo de mirar lo bien que le queda la camisa abierta, dándome una imagen de los vellos que apenas se ven en su pecho descubierto, sus músculos se marcan en la tela camisa, dejándome impresionada.

—Te llamare después.

Cuelga la llamada y parece que fue la segunda opción, aunque si logro ver un rastro de excitación en sus ojos.

—Pasa.—Me ordena.

Cierra la puerta detrás de mí y me detengo frente a él, Omar camina hacia su escritorio, toma su saco.

—Debiste llamar y Alvaro iría a recogerte.—Me dice acercándose de nuevo a mí, observo como saca algo que no distingo de su saco y enseguida me cubre el hombro con él.

—Hace calor.

—Ya lo sé, pero ni loco dejare que salgas así.

—Demasiado celoso.

—No estoy celoso.

—Como digas.—Levanto el mentón hacia lo que lleva en las manos.—¿Qué..

Mis bragas.

Omar las coge de ambas tiras.—Me tome la libertad de meterlas a la lavadora.

Sonrio.

—¿Algún bolsill..

—Pónmelas.

Sus ojos se abren.

Mordisqueo mi labio inferior.—No traigo, así que puedes ponérmelas.

Omar alza una ceja.—¿No traes bragas?

—¿Tienes algún problema con eso?

—Realmente eres una mujer impredecible.—Ese es un halago para mí.

—Pónmelas, Omar... Aunque si vas a quitármelas después.

Ya se ha agachado.

Yo me rio, está decidido a no acostarse conmigo, pero el cuerpo no miente.

Sé que me desea.

Me da una mirada ultima y sus manos se ubican en mis piernas, cierro los ojos ante la sensación agradable de su tacto y me sujeto de él, en cuanto me levanta una pierna, luego la otra, me sube las bragas con cuidado deslizándolas hacia arriba, se levanta al mismo tiempo y me las logra subir, su mano rodea mi trasero y me aprieta ajustando las ligas.

Las reglas del JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora