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Omar:

—¿Quieres que te ofrezca algo de tomar?

—No, gracias. —Respondo pasando la mirada a la sala, hay unos niños corriendo y la que parece ser la niñera, los esta persiguiendo.

—Lo siento, mis hijos.

—Es tu casa, Teresa.

Ella sonríe despacio.

—La razón por la que me llamaste y quisiste que nos viéramos.

—Una disculpa.

Ella abre los ojos.

—Sobre lo que sucedió. Creo que no di una disculpa en la que pudiéramos sentarnos a conversar.

—Si no se pudo es porque fue mi culpa. En ese momento yo no quería escuchar una disculpa, Omar.

Cuantas veces la buscara o le pidiera hablar, ella no me lo permitía y no pasábamos de cinco palabras antes de empezar a gritar.

—Estaba dolida, en shock y muy molesta. El corazón me dolía y solo pensaba en cómo pudiste hacernos eso, incluso después de eso no veía con claridad y no quiero mentirte al decirte que deje de pensar de ese modo después.

—Teresa.

—Tarde en hacerlo, pero te perdone y también entendí porque lo hiciste. Lo hice cuando quedé embarazada y supe que no tendría a mis hijos ahora si tu no me hubieras salvado.

Trago saliva.

—Al final solo me queda decir que me perdones tu.

—No sabía como reaccionaría al verte, es por eso que no me presente contigo antes. —Le confieso. — Pero creo que yo necesitaba esto.

Una sonrisa se eleva despacio en su rostro.

—Tu saliste adelante y dejaste todo el dolor atrás, yo quería hacer lo mismo, pero tenía miedo de que al verte tu me siguieras culpando y que eso me recordara a mi que si tuve la culpa. Que por eso no puedo ser feliz.

—No necesitas mi perdón para seguir adelante, Omar. Yo no necesité verte para hacerlo, así que por favor no lo hagas. Creo que ya hemos sufrido bastante como para retener nuestra felicidad.

—Tienes razón.

Ella sonríe.

—De igual forma estoy agradecida por verte y aclarar esto, es una forma de cerrar etapas ¿no?

—Si, lo es.
























Melissa:

—Creí haber dicho “Ten una buena vida, señor Callahan” y si eso no fue claro al decir que no quiero saber nada de ti nunca más, esperaba que el no contestar ninguna de tus llamadas lo fueran.

—Melissa.

—Mejor cierro la puerta. —Pronuncio con una sonrisa.

El me la detiene.

—Se que lo que hice no estuvo bien, te lastime.

—¿Si sabes eso porque estás aquí?  Desaloja mi pórtico.

—Amor.

—No me llames Amor, perdiste tu derecho.

Omar suelta un suspiro.

—Escúchame hasta el final, Melissa. —Me pide.

—¿Por qué debería hacer eso?

—Porque creo que merezco una oportunidad.

Alzo una ceja

El sonrie despacio. —Y porque pienso que tu deseas escucharme.

—Pues piensas mal, ahora desaloja.

Intento cerrar otra vez, pero no me permite.

—Omar.

—Lo que decidas estará bien para mi.

Abro los ojos sorprendida.

—Si decides que no merezco una oportunidad, lo entenderé y si decides darme una última oportunidad , seré el hombre más feliz  del mundo.

Permanezco en silencio.

—Pero primero escúchame, por favor.

Dejo de sostener la puerta.

—Bien, lo haré. Escucharé.

Sus ojos se iluminan.

—Pero si cumples tu palabra.

La ilusión se borra de sus ojos.

—Si decido que se acabó, no te quiero en mi vida nunca más.

Su mirada lo dice todo porque el lo sabe.

Sabe que yo no bromeo.

Y lo haré, sin importar que, lo sacaré de mi vida y ya.

No tengo porque lidiar con hombres cobardes como el me ha demostrado ser hasta ahora.



Las reglas del JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora