Te libero

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Tercer universo.



—¿Majestad?

—Te pediré tres cosas, Kim —musita el rey y el guardia asiente—. Protejan a la reina, no dejes que nadie salga de sus casas y por nada del mundo me sigan.

—Majestad, usted sabe que nunca le he refutado absolutamente nada y esta vez necesito asegurarme de lo que he escuchado. Usted... ¿Quiere que nadie lo siga?

—Si, Kibum —asiente Min Seung—. Esto es algo que debo hacer solo. Es mi hijo y no puedo permitir que ese hombre lo dañe.

—La carta decía algo que nosotros no sabemos, ¿verdad?

—Lo decía.

—Señor...

—Por favor Kibum, eres mi guardia más leal y mi mano derecha.

El guardia asiente derrotado y lo que nunca había sucedido. Sucedió. El mismísimo rey lo estaba abrazando para luego separarse como si nada hubiese pasado y palmear su hombro como siempre solía hacer. Allí Kim Kibum congelado en su lugar intuye que el hombre que una vez lo salvó se iba a entregar a la muerte, aunque este estuviera muriendo lentamente.

El rey señala su caballo y el guardia rápidamente lo ayuda a subir. No pierde de vista los movimientos del rey y cuán débil se encuentra, pero no puede contradecirlo por más que quiera decirles a sus hombres que lo sigan sin importar las condiciones que minutos antes el rey le había pedido.

—¡Nos rodean! —exclaman los guardias corriendo a sus posiciones y el ruido comienza alertando a todos.

—Es la señal, debo irme —susurra el rey mirando a sus guardias proteger el palacio—. No estoy seguro de lo que encontrare así que continúen buscando a Seokjin. Lo único que debe importarles y su prioridad en este momento es el. Su futuro rey. Kibum... guíalo y haz que se convierta en un hombre lleno de fortaleza y también hazle saber que estoy orgulloso de él...

—Majestad...

—Y dile a Yejin de mi parte que sea muy feliz y que no cometa ninguna locura.

—¿Por qué me dice todo esto, Majestad?

—Es lo que él quiere —dice el rey y gira las riendas—. ¡No permitan que destruyan Daegu!

—¡Entendido, Majestad!

Kibum ve a su rey alejarse y un guardia se acerca desesperado a él.

—¡La reina Yejin no está!



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—¿No crees que fue muy fácil? —pregunta Sunjae a uno de sus hombres.

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