El comienzo de un psicópata va más allá de cualquier índole particular. Viene de un desarrollo cognitivo, social y personal. Comunmente, asociamos la niñez con la ternura de la ingenuidad, el sentimiento factible de la pureza, donde el ser humano goza de una imaginación inabarcable y se permite disfrutar, por un corto período de tiempo, de una vida sin preocupaciones. Retratamos la niñez como juegos, risas y travesuras, permitiéndonos tener, desde una temprana edad, la perspectiva más limpia, inasequible y menos descabellada de nuestro alrededor; sin las aberraciones de una sociedad con falsa moralidad, machista y prejuiciosa. La niñez, desde un primer momento, es el pilar fundamental del crecimiento humano pero, al mismo tiempo, puede ser la base principal en la creación de un monstruo...
Era el verano de 1998, en la década dónde Corea se abría paso a la metamorfosis de la industrialización tecnológica, el consumismo y las costumbres pasadas fusionadas con el desarrollo de una mentalidad más abierta a los cambios, después de pasar por la peor crísis económica registrada en la historia. Era el momento, el empuje masivo que llevaría al país a convertirse en una posible potencia. Aún así, entre todo el ajetreo de la época, en una ciudad que se desenvolvía en las sombras al comercio y el tráfico ilegal de drogas a través de embarcaciones pesqueras, un pequeño autobús transitaba por la autopista principal de Busan, con dos adultos y siete infantes dentro.
Quizás, la cualidad más grande de un chiquillo es la inocencia. Esa expectativa que le hace ver el mundo de manera distinta, tiñiendo de falsos colores una sociedad manchada por el gris de la antigua opresión de Japón. En éste caso, no había mejor personificación del término, que el pequeño niño de mejillas abultadas. Quién miraba asombrado el paisaje a través de las ventanas empañadas, cabeceado cada que avistaba un póster colorido, algún coche imponente o los diminutos edificios apiñados en cuadras que parecían nunca terminar. Sus ojos destilaban un brillo inusual, ajeno a todo el aura de tristeza, miedo e incertidumbre que le rodeaba.
Cuatro primaveras se cernían sobre él. El peso de la corta edad se vislumbraba en los huesos prominentes de sus clavículas y costillas, en los pies descalzos, ropa vieja y piel sucia. Como un panorama tétrico, esa imágen estaba pintanda en todos los infantes de diferentes edades y sexos, quiénes aparentaban ser niños de la calle, más no lo eran. Desde el nacimiento, habían crecido en un cutre orfanato a las afueras del distrito de Busan, aislados de toda civilización conocida. Sin las necesidades básicas, sufriendo de inanición, golpes y maltratos por parte de las supuestas cuidadoras.
Pero no todo comenzó allí, sino años atrás, en la década donde Corea se sumió en el negro de la corrupción, en la rojez de la sangre de los muertos en la masacre de Gwangju, en los confrontamientos con Corea del Norte, en ese periodo oscuro denominado década de los 80's. Debido al bajo presupuesto y la mayor inflación del país, no había dinero para los pequeños orfanatos y albergues que dependían mayormente de las donaciones, y éstos pasaban por situaciones cada vez más lamentables y económicamente inestables. La mayoría de niños no eran adoptados por los prejuicios de los habitantes, considerándolos frutos de una relación ilícita o extramarital, sumiendo a cientos de infantes en el estigma del futuro incierto.
Los niños morían allí de enfermedades curables y los mayores maltrataban a los más pequeños, incentivando el terror colectivo y la sumisión a las órdenes. Las habitaciones y vestimentas eran asquerosas, la comida en mal estado, incomestible. El orfanato seleccionaba a los más jóvenes, más guapos y sanos, para enviarlos al extranjero; sin embargo, al final del día, los desafortunados que nunca fueron adoptados seguían en ese lugar, sin educación, en el analfabetismo puro y la violencia de los golpes.
Pero aquello solo fue una pisca, porque por extraños azares del destino cruel, un hombre poderoso y aparentemente amable, se ofreció a contribuir con un gran aporte monetario para que el pequeño lugar saliera a flote, haciendo un trato con la Directora ParK que sería imposible para ella no negarse, puesto que su vida había estado en medio de la discusión.
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RAIN IN HELL | YoonMin [+18]
FanfictionEs un psicópata. Siembra la sangre y la muerte. El terror y la tempestad. El veneno y la lujuria, dejando una estela de víctimas a su paso. Miente con maestría. No siente empatía por nadie. Frío y calculador como ningún otro. Es capaz de asesinar...