Capítulo 13

2.7K 349 102
                                    


—N-no es necesario que lo h-hagas...

La voz del rubio sale apresurada y temblorosa, en un bajo tono de reclamo, al mismo tiempo que su mano lastimada sostiene el brazo del pelinegro, en un desesperado intento por detener su salida del automóvil. No obstante, al ver las intenciones reacias del agente por ceder ante sus súplicas, se apresura a agregar:

—N-no las necesito realmente, YoonGi-ssi. Estoy bien sin ellas. P-por favor vuelve adentro...

Los cachetes de JiMin se encuentran bañados en carmín, sonrojados, producto de una vergüenza imposible de esconder, así como el temblor de sus palmas sudadas, que no dejan ir ni por despiste el brazo del oficial. Su corazón se aprieta en su pecho con temor e incomodidad, en el ritmo de su pulso acelerado, con la tensión asentándose en sus articulaciones adoloridas. Un poderoso deseo nace en su cabeza de retroceder el tiempo y así poder detenerse en el segundo exacto donde el pelinegro encontró su receta médica en el suelo tapizado del coche, cuando se disponía a buscar el recipiente de plástico que había caído del portavasos, luego de detenerse en un semáforo en rojo.

JiMin se reprendía una y otra vez en su mente por su descuido al no haberse dado cuenta de que la pequeña bola de papel había caído del bolsillo de su abrigo al ingresar a la patrullera. ¿Cómo él podría mirarle sin sentir que la vergüenza le consumía? La imperiosa necesidad de meter su cabeza en el hueco de sus piernas o cavar un agujero en el asfalto para enterrarla ahí y así poder esconderse de aquélla situación y no enfrentar a YoonGi eran grandes, casi irrefrenables.

Asimismo, el agente no preguntó nada en el momento que desdobló el papel, ni siquiera le dio una mirada cuando JiMin le pidió en un susurro amable que se lo devolviera. En cambio, con temor el joven pudo observar como YoonGi, ignorándole, levantaba el frasco del suelo, volvía a poner en marcha el coche y guardaba su recetario en la chaqueta que portaba, sin dirigirle una palabra.

JiMin se había confiado por un instante, como un tonto que se dejaba convencer por los embustes de un chantajista, creyendo ingenuamente que el pelinegro solo la conservó en su bolsillo por mero capricho y que, realmente, no haría nada con él, solo guardarla como lo había hecho en un principio. Se autoconvenció de ello, permitiéndose relajarse en el asiento del pasajero, en conocimiento de que solo era un susto momentáneo, no tenía el por qué preocuparse. Posó toda su interés en los locales y la avenidas aglomeradas de Seúl, que pasaban como una fotografía borrosa frente a sus ojos, observando cuál niño ingenuo que iba por primera vez al parque de diversiones y no podía dejar de maravillarse por las atracciones.

No obstante, grande fue su sorpresa y desconcierto al mirar por la ventanilla el posters colorido y la publicidad de fármacos en las vidrieras de una pequeña farmacia, la cual estaba ubicada en un lugar ostentoso del otro lado de la ciudad. El pelinegro se había estacionado enfrente del local en completo silencio, para luego, sin merito de expresión, su propio lenguaje corporal habló por él al abrir la puerta del coche bajo la atenta mirada de JiMin e intentar salir de él. Cosa imposible puesto que el rubio había previsto sus intenciones y sin tapujos tomó la manga de su chaqueta, soltando una retahíla de palabras que no hacían más que confundir al pelinegro.

Ahora, después del vano intento de JiMin por retener las acciones del agente, éste le miraba con el ceño fruncido en confusión e irritación, con medio cuerpo fuera de la patrulla.

—Los compraré quieras o no, JiMin –la voz del pelinegro es grave cuando habla después de varios segundos de tenso silencio, y se puede percibir la determinación y la molestia en sus palabras.

JiMin, por otra parte, no sabe qué hacer. Preso del atrevimiento y su timidez incauta opta por aferrarse aún más al material de la chaqueta de YoonGi, mirándole suplicante, casi al borde de la desesperación.

RAIN IN HELL | YoonMin [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora