39. Romanée-Conti

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—Sr. Han —lo llamó el chofer Kim. Él no había dejado de mirar por la ventana desde que subió—. ¿Sr.Han?

—Oh —Jumin pestañeó un par de veces, prestándole atención—, ¿sí?

—Hemos llegado —dijo bajando del vehículo para abrirle la puerta.

—¿Y Kyung? —preguntó.

—Ella se fue hace más de diez minutos... Se estaba despidiendo, pero usted no le contestó.

—Oh —suspiró—, estaba... pensando —dijo para salir también.

Entró a su penthouse, derrotado. Su vida se había ido a la mierda, se casaría con una mujer que no amaba, ni siquiera recuperaría la empresa en su totalidad y no podría estar junto MC. ¿Qué era lo que le quedaba ahora? Había vuelto al principio. Solo, con su gata y rodeado de gente interesada.

¿No debería sentirse igual que antes? Nunca le habían interesado las mujeres, estaba bien sin ellas. ¿Por qué ahora al volver a estar en la misma situación se sentía así de mal? ¿Sería capaz de volver a ese estilo de vida? Su rutina, su maldita rutina.

Jumin se sirvió una copa de vino, uno de sus preferidos. Romanée-Conti, uno bastante usual en sus típicas reuniones de negocios. Fuerte, pero no demasiado si lo tomas con moderación. Aunque por la mente de Jumin no pasaba la idea de beber poco, sino al contrario. 

Miraba a través de la ventana de su penthouse. La vista era maravillosa, pequeños puntos de luz iluminaban la ciudad. Creyó que una copa de vino y una vista tranquila eran lo único que necesitaba en ese momento, pero no. El dolor seguía ahí, intacto.

Tomó una copa tras otra intentando que todos sus problemas desaparecieran. Él era un hombre objetivo y sensato, nunca se embriagaba. Pero todo lo que estaba pasando en esos días lo había superado, perder tanto al mismo tiempo lo había destrozado completamente. Se empezaba a marear, pero no importaba. Eso era lo que quería, olvidar todo.

El alcohol hizo efecto, aunque no de la manera en la que esperaba, ahora era un manojo de emociones andante. Un dolor más grande invadió su pecho al recordar que cosas como esas no se repetirían. MC lo había ayudado de tantas maneras, y no sólo era eso, ella era diferente al resto de mujeres que conocía. Había logrado despertar en él emociones que creyó que no podía sentir.

Antes de conocerla se había encerrado tanto en una burbuja con el miedo a ser utilizado como su padre. Y ella apareció, para hacerle ver que todas las personas no eran iguales, que no tenía que tener miedo a expresar sus sentimientos. Pero ahora todo eso había perdido sentido, su vida sería igual de miserable que antes.

Jumin caminaba con dificultad por toda su casa, hasta que llegó a su habitación y recordó la vez que MC estuvo allí, tan linda, tan cerca de él, tan suya. Se tumbó contra la pared, golpeándose levemente.

Levantó la mirada, el avión que ella le había regalado aún estaba allí. Intentó levantarse para alcanzarlo, pero no tenía fuerzas. Lo último que sintió fue cómo su gata se acurrucaba contra él.

—Elizabeth III —tomó a su gata entre sus brazos—. Tú nunca te alejarás de mí, ¿verdad? —le dijo con lágrimas en sus ojos —. Ahora eres el único motivo que tengo para seguir, por favor... No me dejes. —La abrazó fuertemente—. Tú no.

Jumin seguía allí, tirado. Los miedos que tanto le habían costado superar estaban allí de nuevo. De pronto, sintió como perdía las fuerzas hasta quedarse dormido. O eso era lo que pensaba, ya que sólo perdió el conocimiento de lo que estaba haciendo, y ese vino sería el culpable de su arrebato.



The Narrow Street «Mystic Messenger» [Jumin Han]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora