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Tao se sentó bruscamente en la cama, luego de haber sentido un fuerte movimiento en la cama mientras dormía junto a su marido, antes de que su corazón se detuviera, escuchando el aterrado grito de Sophia; él literalmente saltó fuera de la cama, y corrió hasta la habitación de su hija menor, y solo respiró aliviado cuando entendió lo que sucedía.

Esa noche en particular había estado anunciada una tormenta, más no una nevada, y uno de los truenos había despertado, y asustado terriblemente a la pequeña cachorrita, quien gritó, y quien ahora estaba llorando, abrazándose al gran lobo gris, que ocupaba toda la cama; YiFan había despertado primero, y gimió de dolor al moverse en la cama, pero incluso antes de que Sophia gritara, él había cambiado a su forma de lobo, y corrió a la habitación de la niña, no dudando ni un segundo en saltar a la cama, y rodearla con su cuerpo.

Dolía, no iba a negarlo, y aún estaba un poco sedado, pero, aun así, sintió el terror de su hija debido a los truenos, y corrió hacia ella sin importarle nada más; BeiBei también se despertó, y desde su habitación llamaba a su madre, entre balbuceos, entre curiosa, y asustada. Sophia volvió a quedarse dormida, después de sentirse segura con su padre, y Tao solo los miró sorprendido, con BeiBei en brazos; YiFan se había levantado, después de pasar una semana en cama, dormido la mayor parte del tiempo, y ahora, él no sabía cómo actuar.

Estaba estúpidamente sonrojado, nervioso frente al hombre que amaba, sin saber que decir, o hacer, mientras cargaba a su hija menor, y veía al jadeante lobo.

—¿YiFan...? –susurró, recibiendo un leve gruñido de reconocimiento, además de unos preciosos ojos grises, mientras el mayor se acurrucaba aún más en la cama.

Vayan a la cama. –respondió únicamente, su voz escuchándose como un bajo susurro, incluso en su mente, viéndose tan adolorido, que él apenas si podía soportar verle sufrir por ello.

—¿Estás bien? –cuestionó una vez más, pero no recibió más respuesta que un simple parpadeo, antes de verle quedarse dormido, junto con la menor, ambos envueltos en aquel calor.

Solo cuando regresó a la cama, junto con BeiBei, fue consciente de que su marido se había despertado, y levantado de la cama, realmente, él no estaba soñando; Jason también lo había visto, y tampoco podía creerlo, porque él había visto las heridas, lo grave que estuvo su líder, y lo doloroso que debió ser el cambio.

El médico había seguido con sus visitas diarias, manteniéndolos al tanto del estado en que YiFan se encontraba, aunque no había mucho que agregar, viéndolo ellos mismos, desde hacía días; solo el día anterior, YiFan realmente despertó, durante unos cortos minutos, y había estado más dormido que despierto.

—Wow... –había susurrado el alto, parpadeando adormilado, sus ojos dilatados delatando su estado, mientras le veía olfatear el aire a su alrededor.– Dulce melocotón.

—¿Cómo te sientes? –cuestionó él en su lugar, dejando su cuaderno de dibujo a un lado, en lo que se inclinaba sobre el mayor, quien sonrió pícaro, haciéndole rodar los ojos; ¿acaso intentaba coquetear con él?

—Ahora, perfectamente. –murmuró, más aún, siseó al momento de moverse en la cama, y frunció el ceño al ver sus vendajes.– ¿Estoy muerto? –cuestionó, y ahora fue el menor quien jadeó, y negó con la cabeza, claramente confundido, hasta que el mayor agregó:– Pareces un ángel; ¿estás soltero?

—No, estoy casado. –rió, e incluso lo hizo aún más, cuando el mayor bufó, haciendo un pequeño mohín con sus labios; él realmente estaba dominado por los medicamentos.– Contigo, YiFan. –agregó, y el peligris abrió, y cerró la boca, cual pez, viéndose tan adorable.

Mi Omega V: Mi inocente omega «KrisTao»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora