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Rosas. Rojas. Enormes. Eso fue lo primero que vio Joss cuando llegó al despacho el lunes por la mañana. El florero, que estaba en medio de su escritorio, no sirvió para animarla.

Si Harry Styles creía que iba a cambiar de opinión porque le hubiera comprado unas flores, estaba equivocado

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Si Harry Styles creía que iba a cambiar de opinión porque le hubiera comprado unas flores, estaba equivocado.

Joss se había pasado casi todo el domingo buscando trabajo en la prensa. Había rodeado varios anuncios con un círculo rojo.

No podía creer que hubiera sido tan estúpida, tan vulnerable como para haberse enamorado perdidamente de Harry. Sabía con certeza que lo que sentía por él iba mucho más allá de la mera atracción física. Lo amaba profundamente, tanto física como espiritual y emocionalmente. Era todo lo que siempre había querido en un hombre, y sabía que nunca lo tendría.

Tomó el florero y lo sostuvo sobre la papelera. Si Harry viera las flores allí comprendería lo poco efectivo que había sido su plan. Qué típico en él hacer algo así para conseguir lo que quería...

Pero sintiendo el aroma de las flores tan cerca, viendo su exquisita perfección, fue incapaz de tirarlas. En lugar de ello, dejó el florero sobre el archivador metálico que había tras su escritorio, donde pudieran admirarlas las personas que acudieran a la oficina sin necesidad de que ella las estuviera viendo todo el rato.

Su primera ocupación del día iba a consistir en llamar a algunas agencias de empleo para concertar citas con posibles secretarias. En cuanto había reconocido que estaba enamorada de Harry, había comprendido que no podía seguir trabajando para él. Pero tampoco iba a dejarlo en la estacada. Tenía que conseguir una buena sustituía.

Ocupó su asiento ante el escritorio y miró la foto de Harry en la pared opuesta. ¿Cómo iba a pasarse allí dos semanas con su atractivo rostro delante?

Encendió con más energía de la necesaria el ordenador, decidiendo que debía mantenerse lo más ocupada posible para no pensar en él. Catorce días. Eso era todo lo que tendría que soportar.

Y después, la ilusión de empezar un nuevo trabajo, de conocer nuevos compañeros, serviría para mantenerla distraída.

Mientras trataba desesperadamente de conven¬cerse de ello, Harry salió de su despacho.

—Oh... estás aquí —dijo.

Estaba más atractivo que nunca. Vestido con una chaqueta azul marino, pantalones y camisa blanca, aparte de elegante resultaba increíblemente sexy. El color de la chaqueta realzaba el tono de sus ojos... unos ojos que estaban mirando a su alrededor, evidentemente, en busca de las flores. Finalmente, las localizó en lo alto del archivador, pero su expresión no reveló nada.

—Te dije que vendría por la mañana, como de costumbre —dijo Joss, y a continuación, respiró profundamente para relajarse.

¿Por qué tenía que ser tan atractivo? ¿Por qué te¬nía que quererlo? ¿Por qué no había podido enamorarse de un hombre sencillo y corriente? ¿Por qué tenía que ser Harry el que había capturado su corazón?

—¿Puedes venir al despacho un momento? —preguntó él.

Joss asintió y sacó su carta de renuncia del bolso. La había escrito el día anterior por la tarde, decidida a colocarla sobre el escritorio de su jefe a primera hora de la mañana.

Lo siguió al despacho y él cerró la puerta, pero luego no se sentó tras su escritorio, como solía hacer.

—Tenemos que hablar —dijo, dando un paso hacia ella.

Joss se hizo consciente de los poderosos latidos de su corazón. ¿Podría oírlos Harry? ¿Sabría que latía de amor por él?

—¿Vas a dictarme? ¿Necesitas que tome nota para alguna cita? —preguntó, logrando a base de gran esfuerzo mantener un tono de voz controlado.

—¿Has leído la tarjeta que había en las rosas? —preguntó Harry.

Avanzó un paso más, invadiendo por completo el espacio personal de Joss y obligándola a dar un paso atrás.

—No. Pero estoy segura de que dice que quieres que siga trabajando para ti —Joss le alcanzó su carta de renuncia—. Aquí está mi respuesta.

Harry tomó la carta, la leyó y luego la arrugó en un puño.

Joss frunció el ceño.

—No importa lo que hagas con ella. Ya te he avisado, y eso es lo que importa.

—Escúchame, Joss —Harry se acercó aún más y ella quiso dar otro paso atrás, pero la puerta cerrada se lo impidió. Él apoyó las manos a ambos lados, impidiéndole moverse—. La tarjeta de las rosas no dice nada sobre el trabajo. No te pido que no lo dejes —dijo, mirándola con una intensidad que Joss no había visto nunca en sus ojos—. Deberías haberla leído. Dice que te quiero.

El corazón de Joss pareció detenerse un momento. Luego, un punzante dolor lo atravesó. Miró a Harry, incapaz de creer lo que acababa de decirle.

Una intensa rabia se acumuló en su interior. Trató de reprimirla, pero siguió aumentando. Con un solo movimiento, pasó bajo uno de los brazos de Harry y se volvió para encararlo.

—Serías capaz de hacer cualquier cosa por conseguir lo que quieres, ¿verdad? —dijo, indignada—. ¿Cómo eres capaz de fingir que me amas para conseguir que siga trabajando para ti?

—¡No! —Harry parecía horrorizado—. ¡No, no es eso! —protestó.

—Qué conveniente —continuó Joss—. Casualmente, has descubierto que me quieres justo cuando he decidido presentarte mi renuncia —lo apartó a un lado sin miramientos y agarró el pomo de la puerta con una mano—. Debería haber supuesto que intentarías cualquier cosa para lograr que me quedara, pero nunca habría imaginado que pudieras caer tan bajo —abrió la puerta—. ¡Me voy a almorzar! —exclamó.

—¿A almorzar? Pero si acaban de dar las nueve...

—Pues despídeme —le espetó Joss. Cerró de un portazo, tomó su bolso del escritorio y salió de la oficina.

Perfect (Harry Styles & Joss  Samuels) FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora